El carácter social de las organizaciones productivas es reconocido por las teorías económicas más antiguas, Adam Smith (siglo XVIII) y su teoría del mercado de competencia perfecta contemplaba la cohesión social como la solución a la pobreza.
La evolución del concepto de responsabilidad social parte de los planteamientos de los economistas clásicos que eluden cualquier tipo de función social de la empresa, la cual debe preocuparse exclusivamente de obtener beneficios, crear riqueza para los inversores y cumplir con la legalidad. Los recursos destinados a fines sociales y medioambientales van en detrimento del beneficio económico, en cualquier caso, si se producen, será a modo de liberalidad de los accionistas.
Posteriormente sobre la base de este enfoque clásico, se produce una reorientación, vinculando algunos aspectos de la responsabilidad social a la creación de riqueza futura, introduciendo medidas sociales más allá de las normas legales.
Más recientemente, la responsabilidad social atiende no sólo a los aspectos de creación de riqueza, sino también a los de desarrollo sostenible (Río de Janeiro 1992) especialmente al impacto medioambiental de las actividades económicas.
La Cumbre de la Tierra (Johannesburgo 2002) viene a corroborar una percepción de la responsabilidad social corporativa basada en satisfacer las expectativas de los grupos de interés, apoyándose en un concepto de sostenibilidad no sólo medioambiental sino también económica y social.
La preocupación por la Responsabilidad Social Corporativa es relativamente reciente dentro del pensamiento empresarial. Se introduce en España de la mano de grandes corporaciones y se puede situar hacía el año 2001 con los primeros “Informes de Sostenibilidad” por su referencia a aspectos sobre la contribución y repercusión social o medioambiental de su actividad.
En este contexto, la responsabilidad social corporativa ha alcanzado un elevado grado de difusión, dando lugar a un gran número de iniciativas para su desarrollo e implantación en las empresas.
Hoy se cuestionan los parámetros habituales de generación de riqueza por las empresas y cobran fuerza nuevos valores relacionados con la conservación del medio y con la mayor protección de los diferentes sujetos afectados por la actividad empresarial. En los últimos años se ponen de actualidad los diferentes aspectos contenidos en lo que se conoce genéricamente como Responsabilidad Social Corporativa (RSC).
La responsabilidad social corporativa debe entenderse como un elemento más, necesario para la generación de riqueza por la empresa, se trata de un conjunto de prácticas estratégicas y sistemas de gestión que persiguen un nuevo equilibrio entre las dimensiones económica, social y ambiental; en definitiva se trata de un cambio en el enfoque de la gestión empresarial, que nos lleva a dos ámbitos de actuación: la sostenibilidad y las prácticas de buen gobierno.
La responsabilidad social corporativa es el compromiso voluntario de las empresas con el desarrollo de la sociedad y la preservación del medio ambiente, desde su composición social y un comportamiento responsable hacía las personas y grupos sociales con quienes se interactúa. Centra su atención en la satisfacción de las necesidades de los grupos de interés a través de determinadas estrategias, cuyos resultados han de ser medidos, verificados y comunicados adecuadamente.
La responsabilidad social corporativa va más allá del mero cumplimiento de la normativa legal establecida y de la obtención de resultados exclusivamente económicos a corto plazo. Supone un planteamiento de tipo estratégico que afecta a la toma de decisiones y a las operaciones de toda la organización, creando valor a largo plazo y contribuyendo significativamente a la obtención de ventajas competitivas duraderas.
En el marco de la Responsabilidad Social Corporativa, destacamos tres aspectos que pueden propiciar relaciones estables de colaboración de las asociaciones de CEAFA con las empresas: