Una vez alcancemos una edad avanzada, es fácil dejarse arrastrar por los miedos a un destino que cada vez parece más inevitable: la pérdida de memoria. Cada vez que nos preguntemos dónde hemos puesto las llaves, que busquemos las gafas que llevemos en la cabeza o que no nos acordemos del nombre del vecino, pensaremos: “Esto es todo, es el principio de fin, voy a tener Alzheimer”. En la mayoría de los casos serán exageraciones propias de la edad (seguro que ya las conoces en boca de tus padres o abuelos). No hay que alarmarse, pero las preocupaciones son más que comprensibles.
Detrás de cada paciente hay familiares que sufren y que comparten su dependencia
Se trata de la forma más común de demencia y, por el momento, es incurable. Además, es degenerativa, por lo que su frecuencia aumenta con la edad: afecta al 5% de la población entre 60 y 69 años, al 20% de los que tienen entre 80 y 89 y al 30% de entre 90 y 99. En total, más de 46 millones de personas (el equivalente a la población española) sufren la enfermedad en todo el mundo y, si la tendencia continúa, en 2050 habrán 131,5 millones, según Alzheimer Disease Internacional, centro de referencia. En España, se calcula que alrededor de 800.000 personas lo sufren y más de la mitad se encuentran en situación de dependencia.
Se trata de una enfermedad compartida que reclama siempre dos víctimas: el enfermo que la padece y su cuidador o familia. Detrás de cada paciente, hay familiares que sufren, que comparten su dependencia y a los que la situación les duele más que al propio enfermo.
Puede que la medicina no haya logrado encontrar la cura todavía, pero sí ha detectado los síntomas para un diagnóstico temprano. La detección del Alzheimer permite que comience antes el tratamiento. Al tratarse de una demencia incurable, los medicamentos ayudan a los pacientes a vivir mejor durante más tiempo. Un diagnóstico temprano también permite mejores ensayos clínicos, en los que los pacientes no solo reciben atención de calidad, sino que podrían desempeñar un papel importante en los nuevos descubrimientos, dice en 'Prevention' Dorene M. Rentz, profesora asociada de neurología en la Escuela de Medicina de Harvard.
Cuando la memoria falla, una y otra vez
Por esa razón, es importante saber a qué debemos estar atentos. Por supuesto, el signo más común del Alzheimer es la pérdida de memoria, sobre todo olvidar información recién aprendida, fechas o eventos importantes. Los pacientes también suelen desorientarse con facilidad (es posible que se les olvide a veces dónde están y cómo llegaron allí) o tienen dificultades para desempeñar las tareas habituales o resolver problemas, como, por ejemplo, seguir una receta o sumar. Suelen depender de notitas, dispositivos electrónicos o familiares para hacer lo que antes hacían solos. Si te olvidas de vez en cuando de las cosas y te acuerdas de ellas después, eso es típico de la edad, no hay razón para alarmarse.
Los enfermos pueden empezar a mostrarse apáticos y a distanciarse de las actividades sociales que solían hacerles felices
No obstante, hay otros signos tempranos menos obvios que podrían dar una prórroga antes de que el Alzheimer progrese.
Apatía
Es muy posible que los enfermos empiecen a distanciarse de las actividades sociales que solían hacerles felices, ya sea ir al cine, comer con amigos o jugar con los nietos. Reducen su entorno y sus ocupaciones a lo que realmente se sienten cómodos. Esta reticencia se materializa en una creciente sensación de indiferencia. Un 99% de los enfermos, según la Fundación Alzheimer España, muestran esta tendencia a la apatía, a mantenerse encamados y a no responder cuando se les pregunta.
Lo ideal es retrasar este estado lo máximo posible. Puedes promover que se levante a través de excusas, como que te ayude en la casa, que te acompañe a comprar el pan o a dar un paseo. Hay que evitar que se anquilose y que el exceso de inactividad pase factura a nivel motor, digestivo y dermatológico.
Ansiedad y depresión
Cuando el olvido y los “te lo acabo de decir” forman parte de su día a día, es muy probable que surja una ansiedad relacionada con las pérdidas cognitivas. El no enterarse puede generar un interés repentino por su día a día ("¿A dónde vamos?") que puede ser un encumbrimiento del olvido: simplemente no recuerda haber hablado antes el itinerario en el desayuno. También parece haber un vínculo entre las demencias y la depresión, aunque no está claro qué causa qué.
Cambios en la apariencia personal
Esta apatía puede extenderse a otros hábitos. Algunos enfermos pueden empezar, sin razón aparente, a llevar la misma ropa durante varios días o dejar de cuidar su pelo cada semana. Pero esta dejadez no significa que se haya olvidado. En las primeras etapas de Alzheimer, el individuo puede preocuparse menos por su apariencia física. Las pruebas clínicas no detectan estos cambios en el comportamiento, por eso las familias juegan un papel tan importante.
Salta a la vista
Los problemas de visión suelen estar relacionados con las cataratas de la edad, no obstante, algunas personas con Alzheimer pueden tener dificultad para leer, juzgar distancias (conducir), determinar colores… En algunos tipos de la enfermedad, el procesamiento visual (en la parte posterior del cerebro) puede verse comprometido. El enfermo también podría experimentar cambios en el olfato y el oído. Cumplir años será el causante de muchos de estos cambios en nuestro cuerpo, no obstante, cuando se vuelven irreversibles, cuando empeoran sin remedio, es el momento de acudir al médico.
Fuente: elconfidencial.com