«Mamá, ¿por qué el abuelo ya no me cuenta cuentos como hacía antes?» ¿Puede encerrar esta sencilla pregunta una respuesta demoledora? Sí, no solo puede, sino que incluso podríamos ponerle un nombre. Un término que, pese a ser ajeno a nuestro castellano se ha hecho íntimo de las palabras, de la mente. Pero solo de la de aquellos que aún recuerdan, que no han caído en las redes del olvido. Sin embargo, sí que es una palabra extraña para las personas que un día empezaron a olvidar lo que hicieron ayer, lo que comieron o con quien hablaron. Después también vieron neblina sobre los rostros, aún en los más familiares, para empezar a desprenderse de su presente y, poco a poco, también de su pasado. Hasta llegar a olvidar los cuentos que habían aprendido cuando eran pequeños de sus abuelos y que luego contarían con tanta ternura a sus hijos y a sus nietos. Hasta que un día dejaron de recordar las historias y, a su vez, las palabras que formaban esas historias. El nombre del mal que provoca este olvido en cadena, pero inexorable, es como ya bien supondréis, alzhéimer.
Una enfermedad a la que se enfrentan muchas familias jienenses, que ven cómo sus familiares dejan de hacer su vida normal y depender siempre de otra persona, hasta que olvidan quienes son los que les rodean y lo que una vez hicieron, vivieron o sintieron.
Lo sabe muy bien Ana Téllez, de La Carolina, porque a ella le ha tocado muy de cerca. «Cuando a mi madre -cuenta- le diagnosticaron alzheimer se me cayó el mundo encima, no sabía qué hacer ni donde acudir». El neurólogo le habló entonces de una asociación que podría ayudarla en Linares, pero «a personas que sufren este tipo de deterioro progresivo les supone una gran incomodidad tener que desplazarse en coche», además del coste económico. Así fue cómo empezó a rondar por su cabeza la idea de crear una asociación en su municipio. Empezó a tener contactos con el concejal de Asuntos Sociales y se organizaron charlas de concienciación sobre la enfermedad. Y fue ahí de donde surgió un grupo que estaba interesado en crear una asociación que ayudara a enfermos y familiares.
Decididos, no tardaron en ponerse manos a la obra y la Asociación Familiares de Enfermos de Alzheimer y Demencias Afines Felipa Delgado se creó en noviembre de 2015. Cinco meses después, ya habían comenzado con las terapias cognitivas de estimulación para los afectados. «Estas terapias logran ralentizar el proceso y para nosotros era primordial la idea de empezar a estimularlos cuanto antes», cuenta Ana.
En la actualidad, disponen de un psicólogo, un terapeuta y un trabajador social. A ellos se unen voluntarios que dedican su tiempo para tratar a las personas que necesitan tener un soporte humano, una memoria tras habérsele arrebatado la suya, unas manos de consuelo.
Porque la asociación es consciente de que sin los voluntarios no podrían llevar a cabo muchas de sus tareas. «Es complicado -reconoce Téllez- porque necesitamos dinero para material de oficina y ordenadores, sueldos y seguros sociales». Una solvencia económica que les daría un poco de oxígeno y posibilitaría poder ofrecer cursos de formación para cuidar de los enfermos. «Estamos tratando de conseguirlos, pero para ello antes precisamos de dinero», argumenta.
Mercadillo solidario
Entre las muchas actividades que realizan para recaudar dinero, van a celebrar el próximo mes de abril la campaña 'Si donas un libro, evitarás un olvido', mediante la que van a celebrar un mercadillo solidario del libro usado. Todos los habitantes que quieran participar pueden donar un libro, que se recogerá en los colegios e institutos de La Carolina, la Casa de la Juventud, Biblioteca y Centro 88. El material se catalogará y clasificará, para ser vendido -con precios de entre 0,50 céntimos y 3 euros- el 22 de abril por la mañana en el Mercado de Abastos del municipio. Los libros que no se vendan se donarán a la Biblioteca municipal y los centros educativos.
Ana cuenta cómo ha cambiado la vida de su madre, pero también de toda su familia desde que le diagnosticaron alzheimer. «Es muy triste ver cómo va desarrollándose y deja de reconocerte y saber quien eres». Necesita dedicación exclusiva las 24 horas del día y aunque su marido duerme con ella, «yo paso todo el tiempo que puedo también junto a mi madre». «La mimo -dice-, la cuido como si fuera un bebé, la quiero tanto...», confiesa. Una entrega que, necesariamente, detrae tiempo para el resto de su familia, que «a veces no lo llega a entender del todo».
Por ello, subraya que es imprescindible la ayuda mutua entre los familiares, para no derrumbarse, para continuar hacia adelante, por el enfermo que padece el mal y por los que están a su lado sufriendo al ver su regresión. «La enfermedad es muy dura para ambas partes porque tú sigues viendo su cuerpo, pero en realidad no es él, no es su mente la que te mira ni están los recuerdos que antes veías en sus ojos», cuenta. Por eso, incide en el apoyo emocional, que reciben entre ellos y también a través del psicólogo de la asociación.
También llevan a cabo campañas de concienciación en los colegios. «Los niños muchas veces no saben muy bien qué enfermedad es, qué consecuencias tiene, y creemos que es importante explicarles qué le pasa a su abuelo, por qué ya no le reconoce, no es el mismo que conocía, por qué ya no le cuenta cuentos».
Fuente: ideal.es