Para las personas que padecen una demencia, adaptarse a la situación de confinamiento provocada por el coronavirus ha supuesto una dificultad añadida. La crisis sanitaria les ha obligado a cambiar sus rutinas diarias, les ha hecho más vulnerables y, en muchos casos, les ha provocado alteraciones de conducta. Así lo reconoce Raquel Moreno, psicóloga y directora de los centros de la Asociación de enfermos de Alzhéimer de Burgos (Afabur), que subraya que en estas semanas han detectado un deterioro cognitivo y físico muy importante en los pacientes que padecen esta enfermedad, agravado por la falta de actividad y por permanecer tanto tiempo encerrados en casa.
En este sentido, Raquel Moreno destaca que a medida que avanzan los días los usuarios de sus programas «están perdiendo capacidad y están empeorando porque su deterioro avanza mucho más rápido». A ello se suma el estado de agotamiento que sufren las familias que se ocupan del cuidado de estos mayores. «Tenemos casos en los que han estado solos el enfermo y el cuidador y esto ha superado a muchos familiares que han tenido que pedir ayuda por el nivel de cansancio que han acumulado», dice.
Afabur, que cuenta con unos 750 socios en la provincia y presta atención semanal a unas 200 personas con alzhéimer, tuvo que cerrar sus dos centros terapéuticos de día -en las calles Loudun y San Julián- el pasado 13 de marzo tras decretarse el estado de alarma.
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