¿Por qué unas personas desarrollan demencia y otras no? Es la pregunta que guía a cientos de investigaciones que se están realizando ahora mismo, mientras lees estas palabras. La respuesta está lejos de ser sencilla porque, de hecho, implica muchas, muchísimas respuestas. Tantas como las diferentes causas de demencia que existen, seguramente no son las mismas causas (al menos no todas, que elementos comunes sí puede haber) las que contribuyen a que una persona padezca demencia debido a la enfermedad de Alzheimer a que desarrolle demencia vascular.
En la búsqueda de respuesta a por qué unos sí y otros no, se explora la influencia de factores genéticos, medioambientales y psicológicos. Entre estos últimos, la ansiedad parece que puede llegar a aumentar el riesgo de demencia hasta un 48% según un nuevo estudio publicado en la revista Alzheimer’s & Dementia: The Journal of the Alzheimer’s Association.
La investigación, dirigida por científicos de la Universidad del Sur de California en colaboración con científicos suecos, se basa en la información recogida durante 28 años por un famoso estudio con gemelos en Suecia, el Swedish Adoption Twin Study of Aging.
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Ansiedad, factor de riesgo de demencia independientemente de la depresión.
El proyecto Swedish Adoption Twin Study of Aging, se inició en 1984 y tiene por objetivo examinar la importancia de los factores genéticos y ambientales en las diferencias individuales en procesos vinculados al envejecimiento. Por ello, el estudio recoge los datos de miles de gemelos y mellizos (gemelos dicigóticos) que desde edades tempranas vivieron separados y además, para comparar resultados, también hace un seguimiento a gemelos y mellizos que crecieron juntos. Toda una fuente excepcional de información que constantemente arroja resultados de importancia para toda la comunidad científica.
En esta ocasión, los investigadores utilizaron los datos de 1082 personas que cada tres años respondieron a varios test, entre ellos los que evalúan síntomas de ansiedad y pruebas de cribado de demencia.
El análisis de esta información reflejó un incremento del riesgo de desarrollar demencia del 48% entre las personas que habían experimentado los mayores niveles de ansiedad en algún momento de su vida. De hecho, las personas que manifestaban los niveles de ansiedad más elevados; tenían 1.5 más posibilidades de desarrollar demencia que aquellas con bajos niveles de ansiedad.
Las personas en las que se encontró esta asociación son, según comenta una de las autoras del estudio; la profesora Margaret Gatz citada en un comunicado de prensa de la universidad:
personas de las que puedes decir que operan a un “alto nivel de ansiedad”. Personas inquietas, crispadas, frenéticas.
Esta asociación, al contrario de lo que habitualmente se piensa, fue independiente de la depresión, una alteración repetidamente vinculada a un mayor riesgo de demencia, en particular a la causa más común demencia, la enfermedad de Alzheimer (para algunos, incluso, un síntoma inicial de alzhéimer). La ansiedad y los síntomas depresivos habitualmente van de la mano, aunque en el envejecimiento ha sido más estudiada la depresión por la gran incidencia que tiene en este periodo.
Como el estudio se realizó en gemelos y mellizos, el análisis de la posible influencia genética no podía faltar (es parte de la riqueza de esta investigación). Encontraron que la relación ansiedad-demencia era más fuerte entre los gemelos dicigóticos, conocidos popularmente como mellizos, en los que solo uno desarrolló demencia, que entre los gemelos idénticos que comparten muchas similitudes genéticas. Si entre los que comparten más información genética la asociación fue menos fuerte, los investigadores creen que esto podría estar indicando que hay factores genéticos mediando la ansiedad y la depresión que pueden contar también para la relación ansiedad-demencia.
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En el cortisol puede estar la causa.
El cortisol es la llamada hormona del estrés porque se libera en situaciones estresantes-también bajo otras circunstancias más positivas a pesar del halo negativo que le rodea- un estado afectivo con síntomas semejantes a la ansiedad, tanto, que lo común es utilizar indiscriminadamente ambos términos. Según explican los investigadores, las personas con altos niveles de ansiedad también tienen niveles más altos de cortisol. Los niveles elevados de cortisol de forma crónica se han vinculado en repetidas ocasiones al deterioro de zonas cerebrales directamente implicadas en la memoria y el pensamiento.
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En próximos estudios, el equipo de expertos pretende determinar si las personas que han sido tratadas por ansiedad tienen menor riesgo de demencia que aquellos que no han estado bajo ningún tratamiento. Aunque para desterrar la ansiedad de nuestras vidas ya sobran razones.
Fuente: 2ti.es