Cuando una persona padece alzhéimer es frecuente que su conducta sexual cambie. Los comportamientos inesperados y la falta de deseo comprometen la intimidad con las parejas, que a menudo viven como un tabú estas nuevas conductas sobre las que apenas hay estudios ni protocolos de actuación. Pero, a pesar de la demencia, la afectividad es lo último que se pierde.
El deterioro cognitivo que conlleva esta patología –que representa el 70 % de todas las demencias– no afecta únicamente a la memoria o al lenguaje. Los pacientes experimentan una progresiva disminución de los mecanismos de control, lo que deja libre albedrío a los impulsos.
“Tenemos menos neuronas para hacer lo mismo. Todo funciona peor”, explica a Sinc Luis Agüera Ortiz, jefe de sección en el Servicio de Psiquiatría del Hospital 12 de Octubre en Madrid. En este contexto, la sexualidad, tan controlada por las normas sociales, la educación y la cultura, no se queda fuera.
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