La compañía vasca Kulanka, creada en 2010 en Euskadi por Garbiñe Insausti y José Dault, celebra sus 400 funciones de André y Dorine estos días en el Poliorama de Barcelona. Insausti y Dault también interpretan, junto a Edu Cárcamo, a la anciana pareja que da título a la obra. En cinco años de espectáculo, la historia de André y Dorine ha pasado por 25 países, lugares tan diferentes como Shanghái, Nepal, Londres, Cuba y Nueva York. André y Dorine,dirigida por el joven Iñaki Rikarte, es un relato de amor, pero ante todo sobre la vida y la superación. Una obra de casi hora y media, sin ninguna palabra articulada y con máscaras.
El tecleo frenético de la máquina de escribir inunda la sala del Poliorama. Es el anciano André que, como cada día, escribe en el escritorio de la sala de estar. Al otro lado, su mujer, Dorine, hace sonar unas notas en su violonchelo. Tiempo atrás los sonidos sonaban con armonía, pero el paso del tiempo hace estragos. André y Dorine ya no recuerdan lo que les enamoró el uno del otro. Dorine tiene la memoria más frágil y el Alzheimer, enemigo de la vida y el antagonista de esta historia, le está ganando el pulso.
“Para montar la función teníamos claros tres pilares: hablar del amor en la vejez, hacerlo a través de flashbacks y dividir el proceso de la enfermedad en fases”, explica José Dault. “Lo más bonito es que hacemos investigación teatral, es una creación colectiva y puro laboratorio. El método de trabajo es muy intuitivo, se basa en la prueba-error”, añade. Lo mismo dice Garbiñe Insausti, que se encarga además de la elaboración de las máscaras. “No tengo ninguna formación concreta para hacerlo, es un proceso autodidacta”, cuenta. “He tenido mucha libertad para idearlas y solamente sabemos si funcionan encima del escenario. A veces surgen necesidades en la sala de ensayo; pero en otras ocasiones, también han nacido nuevos personajes en el taller que se han acabado incorporando. En total, he producido 14 máscaras para esta obra”, concluye Insausti.
A pesar de tener como trasfondo la enfermedad del Alzheimer, la pieza trata la degeneración con tintes cómicos. “Es una dolencia muy doméstica. El cuidado de los mayores se vive de casa para adentro y hay mucha soledad”, expresa Dault. “Es algo paradójico, porque la comedia también está muy presente. El público se identifica y cuando acaba la función nos explica sus historias. Nos sentimos muy útiles, es muy gratificante, casi purgativo”.
Fuente: elpais.com