El Centro de Referencia Estatal de Atención a Personas con Enfermedad de Alzheimer y otras Demencias de Salamanca (Imserso) y la Confederación Española de Asociaciones de Familiares de Personas con Alzheimer y otras Demencias (CEAFA) han publicado “El espacio y el tiempo en la enfermedad de Alzheimer”, una guía que invita a los profesionales de la arquitectura a incluir en sus planos las necesidades que genera esta enfermedad neurológica.
Esta guía parte de una idea: “el diseño ambiental mejora la calidad de vida de las personas con este tipo de demencia, elevando la arquitectura a un nivel terapéutico”.
Las terapeutas Rocío Molás Robles, Mireia Tofiño García y Natalia Rosillo Carretero y el neuropsicólogo Enrique Pérez Sáez, participantes en este estudio, explican que para elaborar esta obra evaluaron las dificultades a las que se enfrentan las personas con alzhéimer con el fin de “proponer modificaciones ambientales que promuevan el máximo grado de autonomía e integración de los afectados así como su bienestar físico y psicológico”.
Recomendaciones para cada fase
El equipo del CRE de Alzheimer y otras demencias del Imserso da algunos consejos para adecuar los espacios en cada fase de la enfermedad.
En la fase inicial recomienda adaptar proactivamente el entorno para favorecer la accesibilidad y anticipar los problemas. En la fase media deben primar la seguridad de los espacios y la necesidad de implementar nuevas adaptaciones. Para la fase más avanzada, es conveniente facilitar la tarea del cuidador, mantener la personalización y procurar un ambiente que favorezca el bienestar.
- Los expertos recomiendan elegir colores que contrasten, pero que garanticen la armonía. EFE/Daniel Hopkinson
La arquitectura debe ser entonces una herramienta para compensar las limitaciones, conforme van surgiendo, y las viviendas deben adaptarse para que los pacientes puedan mantener su autonomía. La guía sugiere medidas concretas para cada parte de una casa:
- Baño: Es preferible que esté próximo al dormitorio y que tenga la temperatura controlada y suelo antideslizante, de secado rápido. Se recomienda un plato de ducha en vez de bañera. Debe ser claro, espacioso y con un mobiliario funcional. También debe disponer de barras inclinadas a los lados del inodoro.
- Habitación: Se aconsejan los colores claros y una buena iluminación natural. Es preferible una cama regulable en altura y articulada, con asideros en el lado por el que se levanta el paciente. También se recomienda luces de seguimiento nocturno.
- Cocina: La prioridad es evitar las quemaduras e inundaciones. Lo mejor es tener a la mano únicamente los objetos que vaya a utilizar, con ayudas visuales para encontrarlos. El mobiliario debe ser funcional, estar a una altura adecuada y tener un sistema de cierre.
- Escaleras: En las fases avanzadas de la enfermedad, se recomiendan portezuelas que bloqueen el acceso a las escaleras, que deben tener pasamanos a ambos lados con un color que contraste con la pared y una tira antideslizante de color, que ayudará a percibir la dimensión del escalón.
- Pasillos: Deben mantenerse libres de obstáculos y con buena iluminación. Se sugieren indicadores visuales y la instalación de pasamanos, especialmente para los enfermos que no pueden salir mucho de casa y que necesitan dar pequeños paseos.
- Ventanas y balcones: Deben tener un sistema de seguridad que no impida una apertura fácil en caso de emergencia. Los balcones deben mantenerse libres de macetas y objetos.
- Salón: Se recomienda que no haya cables por el suelo o alfombras que causen tropiezos. Los muebles no deben tener aristas y hay que evitar los objetos de cristal. Es fundamental que las sillas sean estables y que tengan respaldo y apoyabrazos.
La guía también ofrece otras sugerencias generales: tener suelo térmico, ubicar en las estancias las cosas absolutamente imprescindibles, sin recargas los espacios, aprovechar al máximo la luz solar, aislar acústicamente el domicilio, evitar los reflejos en las superficies y asegurar los objetos peligrosos.
Además, utilizar carteles o ayudas visuales en las puertas y muebles para mejorar la orientación e identificación del mobiliario y elegir colores que contrasten, pero sin perjudicar la armonía en el entorno.
La arquitectura como terapia
La arquitecta Nieves Peinado indica en esta guía que el entorno debe tener “capacidad de adaptación” para responder a los cambios en las condiciones de vida de sus usuarios. Además, considera tres niveles de intervención en las viviendas de los pacientes: seguridad, accesibilidad y personalización.
Almudena Timón, editora de la guía y especialista en cultura científica, define un espacio seguro como aquel carente de peligros. Señala que la seguridad es un “concepto dinámico”, que debe evolucionar conforme avanzan los síntomas del alzhéimer.
La accesibilidad es otro concepto simple que puede hacer una gran diferencia. Un lugar es accesible “si sus usuarios pueden usarlo, si pueden entrar y salir de él”, afirma Timón.
El tercer nivel de intervención es la personalización. Quienes padecen alzhéimer luchan para mantener su identidad. Esta obra argumenta que “la historia, memoria, recuerdos y experiencias de una persona están entrelazados con el espacio donde ha vivido”. Por eso, es crucial que el enfermo sienta que tiene su lugar y para lograrlo hay que “personalizar el sentimiento de pertenencia a un entorno”.
Para Santiago Quesada, profesor de la Escuela de Arquitectura de Málaga, es necesario humanizar las construcciones para que el diseño influya positivamente en la evolución de las personas con alzhéimer.
La publicación del Imserso y la CEAFA enlaza esta idea con el concepto de arquitectura terapéutica: “el paciente debe sentir