Descuidarse a sí mismos para cuidar de un ser querido es el precio que muchas personas tienen que pagar por garantizar que un familiar en situación de dependencia pueda estar bien atendido, día y noche. No queda tiempo para el ocio, la alimentación empeora, escasean las horas de sueño y se cronifica un cansancio que, desde que irrumpió la pandemia, no ha hecho más que agudizarse.
En España hay más de 450.000 personas —la gran mayoría mujeres— dedicadas de manera oficial a estos cuidados no profesionales de un familiar dependiente, un dato al que habría que sumar, de conocerse, el número de cuidadores que desempeñan esa labor al margen de lo que reconoce el Sistema Nacional de Dependencia. Ahora, en un contexto sanitario y social tan difícil, cabe preguntarse quién cuida de todos los que cuidan.
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