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Buenas noticias para los ancianos

Los que pasamos los buenos años de la juventud estamos de fiesta: el ejercicio mental, el contacto social y la comida saludable mantienen a raya al alzhéimer, esa enfermedad neurológica, progresiva e incurable que acecha a quienes damos las últimas campanadas.

Mejor aún: los científicos han comenzado a usar células madre para neutralizar los estragos de otras enfermedades que afectan al cerebro, como el mal de Parkinson, otro flagelo incurable.

Dieta poco saludable

En una reunión de la Asociación Internacional del Alzhéimer científicos canadienses presentaron en Toronto dos informes que confirman que el trabajo complejo y la actividad social contrarrestan los efectos nocivos de la dieta poco saludable en la actividad mental.

Además, aunque admiten que no es novedad, los científicos del Instituto Rotman de Investigaciones señalaron en ese encuentro que la dieta “occidental” de carnes rojas, pan blanco, patatas, alimentos envasados y caramelos está vinculada a una declinación mental contrarrestable con la “mediterránea” de aceite de oliva, verduras, frutas y carnes blancas. 

Pero más que eso, afirman en otro estudio que no sólo la dieta es un muro importante contra el alzhéimer. También la mayor actividad mental posible es un obstáculo para la declinación cognitiva.

Para estos científicos sus estudios han confirmado que quienes ven más lejos el alzhéimer en sus vidas son los que a diario realizan una mayor actividad mental como los abogados, los profesores, los trabajadores sociales, ingenieros y médicos.

Los más amenazados por el ocaso mental son los obreros, los cajeros, quienes reponen mercadería en los supermercados y los operadores de máquinas.

Mejor contacto estrecho con otras personas

En otro estudio, los investigadores descubrieron que las personas que sufren un aumento de puntos blancos que aparecen en el cerebro y se vinculan a la declinación intelectual característica del alzhéimer pudieron tolerar de mejor forma los embates del mal si no se aislaban y mantenían un contacto estrecho con otras personas.

Según Elizabeth Boots, investigadora de la Universidad de Wisconsin (EEUU) y autora de uno de los informes, los estudios demuestran que “el alzhéimer no tiene que ser un proceso pasivo, pues se puede hacer algo (para neutralizarlo) como mantener el ejercicio intelectual ya sea en el trabajo o en otro tipo de actividad“.

Por otro lado, investigadores de la Universidad de Stanford han descubierto que la inyección de células madre en pacientes de una apoplejía les ayuda a recuperar el movimiento, lo cual echa por tierra la vieja creencia de que los daños cerebrales son irreparables.

Además, según el informe del estudio realizado en 18 pacientes, la inyección de células madre ayudaría en el tratamiento de otros trastornos neurológicos y, por supuesto, el terrible alzhéimer.

En declaraciones publicadas por la revista Science, Gary Steinberg, autor del estudio y director de neurocirugía de Stanford, indicó que aunque se realizó en pequeña escala sus resultados han sido “asombrosos”.

La recuperación de esos pacientes no solo fue la de mover un dedo sino que algo aún más importante, según afirmó tras relatar el caso de un paciente de 73 años postrado en una silla de ruedas que volvió a caminar.

Sin embargo, Steinberg aclaró que la inyección de células madre no confirma que se conviertan en neuronas. En cambio, agregó, parecerían desencadenar un proceso bioquímico que ayuda al cerebro a repararse.

Para un septuagenario operado del corazón hace cuatro años estas investigaciones me impulsan a mantener al alzhéimer lo más lejos posible mediante los deportes, el estudio, el ajedrez y la buena lectura.

Haré todo eso menos dedicar los últimos años de vida a mis afanes de ser astronauta pues un reciente estudio publicado en la revista Science determinó que la radiación espacial puede ser altamente nociva para el corazón.

Científicos de la Universidad Estatal de la Florida basaron esa afirmación en exámenes a los astronautas estadounidenses de las misiones del programa Apolo que en l969 depositó por primera vez a un hombre sobre la superficie de la Luna.

Según esos estudios, los problemas cardíacos de los astronautas de Apolo han sido cinco veces mayores que los de otros tripulantes de naves que se desplazaron en órbitas terrestres de baja altura.

“Es probable que hayamos subestimado el impacto de la radiación espacial en la actividad cardiovascular y también en la salud en general” de los astronautas, indicó el fisiólogo Michel Delp de la Universidad Estatal de la Florida y autor del estudio.

Ocho de los 24 astronautas que tripularon nueve misiones a la Luna han muerto, un 43 por ciento debido a problemas cardiovasculares. Otras causas han sido el cáncer y los accidentes.

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Fuente: efefuturo.com

Con la colaboración de