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Celebraciones en Zagreb

la visita a la capital croata nos permite comprobar la escasa cobertura pública para atender a los enfermos

Más contratiempos de los previstos. Al final, la pequeña intervención en el meñique que me practicaron en Zadar me mantuvo diez días apartado del asfalto croata, lo que me permitió desplazarme en coche hasta la localidad de Orahovica, fronteriza con Hungría, para poder asistir a la inauguración de la planta solar de Sunstroom, empresa patrocinadora del proyecto, en aquella localidad, la primera que se construye en el país balcánico, todavía con un mercado de las energías limpias prácticamente virgen.

La visita a Orahovica también sirvió para constatar la máxima universal de que en el momento en el que te alejas unos kilómetros de las zonas turísticas, los precios de las cosas, compradas todas ellas al mismo proveedor al mismo precio, descienden en torno a un 30% de golpe y porrazo.

Y ese parón obligado, el segundo de la marcha por el mismo motivo, me permitió, asimismo, poder asistir en Zagreb a la celebración del Día Internacional del Alzheimer del pasado 21 de septiembre, invitado por Alzheimer Croatia y en donde pude comprobar que todavía hay países en una situación infinitamente peor que la nuestra.

A pesar de que la incidencia de la enfermedad es exactamente igual, en proporción a la que se da en España, Croacia tiene una de las poblaciones más envejecidas de Europa, la cobertura pública es totalmente inexistente y solo existe alguna residencia privada, inalcanzable para el común de los mortales, que trata una enfermedad que afecta ya a 80.000 croatas y que, como en todos los países, no hace más que crecer día a día. Es el soporte familiar el que, hasta el momento, hace frente a la situación hasta que esta, como pasará en el resto de los países, sea absolutamente inasumible.

Y tras Orahovica y Zagreb vuelta a Zadar para esperar a volver a visitar el hospital, quitarme los puntos del dedo y escuchar el diagnóstico del doctor. Afortunadamente, todo salió bien y el pasado martes pude volver a ponerme en marcha con la vista puesta otra vez en la costa croata, en este caso la costa dálmata que se extiende desde Zadar a Dubrovnik. Y con una orografía menos escarpada que la anterior, lo que me ha permitido, por primera vez desde que estoy en Croacia, abandonar el asfalto e introducirme en caminos vecinales.

La tranquilidad de perder de vista a los coches la pierdes con la abundancia de perros sueltos por los caminos que, por norma general, no ven con muy buenos ojos a los caminantes, con lo que tengo que retroceder 30 años en mi vida para armarme de palos y piedras para lo que pueda suceder.

Ladridos, todos, pero de momento, el asunto no ha ido a mayores.

Y ya en Sibenik, localidad natal del, probablemente, mejor jugador de baloncesto europeo de todos los tiempos, Drazen Petrovic, con la vista ya puesta en la segunda ciudad más importante del país, Split, esa localidad en donde hubo una vez un equipo de baloncesto en la década de los noventa que se llamaba la Ju-Go-Plas-Ti-Ka.

Allá habrá que parar y orar mirando al pabellón en donde jugaban tipos como Toni Kukoc, Dino Radja, Zoran Savic, Velimir Perasovic o Dusko Ivanovic.

Fuente: noticiasdenavarra.com

Con la colaboración de