"Mente sana en cuerpo sano", solemos decir, pero esta máxima también funciona del revés, porque de la salud del cerebro depende la de todo el organismo. Profundizar en el conocimiento de nuestro órgano rector traerá opciones terapéuticas insospechadas, y para avanzar en ese conocimiento, la investigación básica es fundamental, advierte Álvaro Pascual-Leone, del Harvard Medical School y Beth Israel Deaconess Medical Center.
El neurólogo valenciano participó en el simposio «Retos de la Neurociencia en el siglo XXI», organizado por la Fundación Tatiana Pérez de Guzmán el Bueno, que también presentó su Plan de Apoyo a la Neurociencia Española. Esta iniciativa privada, dotada con un millón de euros, está en la línea del Proyecto Brain americano y Cerebro Humano Europeo, que persiguen precisamente avanzar en el conocimiento del cerebro, la última frontera por conquistar y el reto de este siglo XXI.
La inauguración de la Jornada corrió a cargo de Teodoro Sánchez-Ávila, presidente de la Fundación Tatiana Pérez de Guzmán el Bueno, que destacó que "apoyar la investigación en Neurociencia se inscribe dentro de la mejor tradición científica española", refiriéndose a nuestro Nobel Santiago Ramón y Cajal.
Sánchez-Ávila destacó el impacto social del Plan de apoyo a la Nuerociencia, ya que “las patologías que afectan al sistema nervioso representan la tercera parte del coste sanitario total, una cantidad equivalente a la suma de las enfermedades cardiovasculares, metabólicas (como la diabetes) y el cáncer”. Y es que una de cada cinco personas padece alguna patología del sistema nervioso. El abanico es amplio y abarca del nacimiento a la vejez: trastornos del espectro autista y del aprendizaje, daños traumáticos, epilpesia, enfermedades mentales y neurológicas, ictus, alteraciones del sueño o enfermedades neurodegenerativas.
Diagnóstico temprano
Hoy las enfermedades del cerebro se diagnostican cuando aparecen los primeros síntomas, pero el reto es actuar en la etapa presintomática, antes de que los daños sean irreversibles. En esta línea el proyecto Brain estadounidense busca «preservar la salud del cerebro a lo largo de toda la vida. Y para eso hay que entender mejor el funcionamiento del sistema nervioso en todos sus niveles: desde la función y dinámica de las neuronas y sus conexiones hasta el comportamiento», resalta Pascual-Leone.
Pascual-Leone, del comité asesor de Obama en la iniciativa Brain, destacó también la importancia estudiar el cerebro para combatir no solo las enfermedades neurológicas, sino las de de todo el organismo, pues juega un papel fundamental en el control de todos los procesos metabólicos. De hecho, algunas opciones terapéuticas para combatir patologías como la diabetes tienen ya como objetivo el cerebro, un órgano fundamental para regular los niveles de glucosa.
El científico valenciano denunció que aunque el proyecto Brain ha atraído la atención sobre el cerebro, en realidad no se han destinado más fondos a su investigación en Estados Unidos. Por eso, explicó, el pasado día 5 de junio un Comité de los Institutos Nacionales de Salud estadounidenses propuso un presupuesto más realista para el ambicioso objetivo del proyecto Brain, que estiman en 4.500 millones de dólares durante los próximos diez años, una cantidad que cuadruplica la previsto inicialmente por la Administración Obama.
Neurodegenerativas
Javier de Felipe, codirector del Proyecto europeo Cerebro Humano, la "contrapartida" europea del Brain de Obama, destacó la importancia de aunar esfuerzos en el estudio de un sistema tan complejo como el cerebro, cuyo conocimiento está en la actualidad fragmentado entre distintas disciplinas incluso en el abordaje de una misma patología como el alzhéimer. Tampoco es fácil ni fluida la comunicación entre los científicos que estudian el sistema más complejo del universo, que "en 150.000 años nos ha permitido cambiar el planeta y lanzarnos a la exploración espacial. En este tiempo hemos pasado de caminar en las llanuras de África a dar los primeros pasos en la Luna, y esto ha sido posible gracias al cerebro", resalta De Felipe.
En el simposio, coordinado por Carmen Cavada, directora de la Cátedra de Neurociencia dotada por la Fundación, se repasaron los avances y retos en las dos patologías neurodegenerativas más prevalentes: alzhéimer y párkinson. Y es que uno de los objetivos de estas reuniones es precisamente fomentar la comunicación entre los investigadores.
José Obeso, de la Universidad de Navarra, destacó que en la enfermedad de Parkinson el control de los síntomas en la actualidad es bueno, lo que permite a los pacientes convivir con su patología hasta la vejez, a pesar del proceso neurodegenerativo. Obeso destacó que los dos hitos más importantes en el tratamiento de esta patología han sido el descubrimiento de la acción terapéutica de la levodopa en el movimiento y, más recientemente, la estimulación cerebral profunda, una técnica quirúrgica que permite el control de la patología cuando los fármacos dejan de ser eficaces. El reto ahora está, remarca Obeso, en ahondar en los mecanismos de muerte neuronal para detenerlos.
En alzhéimer, la prioridad sigue siendo la búsqueda biomarcadores que permitan actuar antes de que llegue la demencia, una situación irreversible. José Ignacio Torres-Alemán, director del Instituto Cajal-CSIC, apuntó a IGF-1, una hormona parecida a la insulina, que desempeña un importante papel en la protección neuronal y en el mantenimiento de las capacidades cognitivas e intelectuales, en la que su grupo está investigando. Los niveles de IGF-1 disminuyen en modelos de ratón para la enfermedad de Alzheimer en las etapas en las que aún no hay síntomas. El seguimiento de la fluctuación de esta proteína en el cerebro puede hacerse de forma relativamente sencilla mediante electroencefalograma, una técnica no invasiva, por lo que la proponer como un biomarcador fácil de manejar.
Fuente: abc.es