¿La curiosidad mató al gato? No exactamenteeX03 Siguen apareciendo estudios sobre los beneficios de ser una persona curiosa, con interés. Permanecer con los ojos abiertos ante el mundo no sólo resulta divertido, sino que además tiene un montón de beneficios sorprendentes.
Aquí van cinco razones por las que la curiosidad es genial.
Puede fortalecer tus relaciones
Tu curiosidad sobre la gente y el mundo puede enriquecer tu vida social. Si demuestras interés en lo que alguien tiene que decir y lo mantienes, la gente disfrutará pasando tiempo contigo.
"La gente curiosa suele escuchar y dar conversación", escribía Ben Dean, en un boletín para la Universidad de Pennsylvania. "En las primeras etapas de una relación, tendemos a hablar sobre nuestros intereses y hobbies. Normalmente, porque la gente suele asociar (con razón) el hecho de tener muchos intereses con el de ser interesante. Las personas curiosas aportan diversión y novedades a las relaciones".
Puede proteger el cerebro
¿Has escuchado alguna vez que los crucigramas ayudan a prevenir el Alzheimer? Las ansias por vivir nuevas experiencias tampoco vienen mal.
"Mantener el cerebro mentalmente estimulado es una misión que dura toda una vida", afirma David Knopman, profesor de neurología en la Mayo Clinic de Rochester (Estados Unidos), según Bloomberg. "Mantenerse intelectualmente activo y estimulado toda una vida ayuda a proteger contra la demencia senil. Definitivamente, es bueno para el cerebro".
Contribuye a superar la ansiedad
Es normal estar nerviosos antes de una gran cita. Pero tu curiosidad y excitación a la hora de conocer a alguien ayuda a dejar a un lado tu ansiedad.
Según un estudio publicado en 2009 por el psicólogo Todd Kashdan en el Journal Of Anxiety Disorders, las personas con ansiedad social y mucha curiosidad normalmente tratan de evitar las situaciones de conflicto y adoptan una postura más dialogante.
Se asocia a la felicidad
Existe una teoría sobre la felicidad según la cual desarrollamos un "punto fijo de felicidad" a una edad temprana. La mayoría del tiempo estamos en esa base de felicidad, y el nivel sube y baja dependiendo de los acontecimientos positivos y negativos. Kashdan, autor del libro Curious?: Discover The Missing Ingredient To A Fulfilling Life [¿Curioso? Descubre el ingrediente que falta para una vida plena], defiende que la curiosidad puede elevar nuestra media de felicidad varios grados.
"Cuando experimentamos curiosidad, estamos dispuestos a dejar la rutina familiar y correr riesgos, aunque nos haga sentir ansiedad e incomodidad", escribe Kashdan en su libro. "Los curiosos se encuentran bien arriesgándose a probar nuevos retos. En vez de intentar desesperadamente explicar y controlar el mundo, como exploradores curiosos nos gusta la incertidumbre y vemos nuestra vida como una invitación divertida a descubrir, aprender y crecer".
Ayuda a aprender prácticamente cualquier cosa
Un nuevo estudio publicado en la revista Neuron descubrió que es mucho más fácil aprender cosas no tan interesantes cuando nos pica la curiosidad. Por ejemplo, si lo que intentas estudiar no se te queda, prueba a ver 10 minutos de tu serie favorita entre sesiones de estudio. Tendrás una pausa agradable y te picará la curiosidad, lo que estimulará el centro de placer de tu cerebro. Cuando vuelves al estudio, el cerebro estará más dispuesto a que cale esa información que te parecía aburrida.
"Busca formas de conectar las cosas menos interesantes que tienes que aprender con algo que te produzca curiosidad y excitación", sugiere la publicación Lifehacker. "Puedes utilizar sea lo que sea que te llame la atención, aunque no tenga nada que ver. Estudiar con pausas de 10 minutos para ver una serie a la que eres adicto, prepararte una presentación recordando los puntos mientras pruebas un nuevo videojuego o ponerte tarjetas de estudio como marcapáginas".
Pero no dejes que esa pausa de 10 minutos se convierta en una sesión de tele hasta el amanecer.
Este artículo fue publicado originalmente en la edición estadounidense de 'The Huffington Post' y ha sido traducido del inglés por Marina Velasco Serrano
Fuente: huffingtonpost.es