- El Campus de Alimentación de Santa Coloma acoge talleres culinarios que ralentizan el avance del deterioro cognitivo
- Reduce de un 12% a un 3% las personas que empeora
Prenden los fogones, humean las ollas, se desbocan las sensaciones. Los aromas se entremezclan, etéreos, caprichosos, y antes de que los paladares puedan regocijarse, otros sentidos acuden prestos al festín, reduciendo la distancia y el tiempo al tamaño de una cocina, evocando recuerdos que parecían perdidos. Ese caldo de cultivo da sentido al 'Tast del record', un proyecto que blande cuchara y tenedor para plantar cara al proceso de pérdida de memoria de personas con alzhéimer u otros tipos de demencia.
En una de las aulas taller del Campus de Alimentación de Torribera, en Santa Coloma de Gramenet, una docena de abuelos se retrotraen a experiencias de su niñez, a las fiestas de su pueblo, a amigos de la infancia que ya no verán. Recuerdan. Con los ingredientes de lo que promete ser un suculento caldo gallego sobre la mesa, Antonio Mariño reivindica las excelencias de la patata kennebec, «mucho mejor» que las de su época, plena posguerra, cuando lo principal «era llenar la barriga». Él es uno de los 12 participantes del taller, divididos en cuatro grupos. Y se emociona al hablar del regreso de su padre de la contienda, la primera imagen que viene a su cabeza. Recuerda y da sentido al taller, pero sus ensoñaciones tienen un brusco despertar. «¡Menos cháchara y a pelar patatas!», suelta Mari Carmen Mourelo, su mujer, al mando de las operaciones. Ella no tiene deterioro cognitivo, pero comparte experiencia y terapia con su hombre.
«Durante seis semanas les inculcamos hábitos saludables de alimentación y les pedimos que nos traigan recetas de su infancia, fotos... Luego las intentan cocinar de memoria», expone Carme Pous, cordinadora de la Asociación Ajudam-Predegent, que impulsa el proyecto junto al Campus de Torribera, el Centro Asistencial Emili Mira y el Ayuntamiento de Santa Coloma. El perfil de los participantes es de 80-85 años, con una vida independiente y un deterioro cognitivo leve.
«Este esfuerzo de reminiscencia ralentiza la pérdida de memoria», añade Pous. La solvencia de este taller y de otros como el de musicoterapia rebaja a entre 3% y 5% la probabilidad de bajón que en la población general con esta patología se sitúa entre el 12% y el 15%, destaca la doctora. La efectividad de la terapia se basa en ser «una práctica tan natural del ser humano», resalta Pous. Por eso se recurre a este taller cuando las prácticas con informática, por ejemplo, suponen un escollo más que un divertimento.
Instinto
Los veteranos alumnos cuentan con el apoyo de Xavier Torrado, cocinero y profesor del departamento de Nutrición y Bromatología. Acostumbrado a lidiar con jóvenes universitarios, Torrado aprecia el «entusiasmo» de los mayores «al recuperar pedazos de sus experiencias» y hacerlo con una actividad tan motivadora, precisamente por ser tan «instintiva».
Esa naturalidad se detecta en la mesa donde Victoria Murillo orquesta unas lentejas con la ayuda de su marido, Antonio Paredes. Victoria se apunta a todos los talleres que hagan falta para acompañar a su hombre, vista la efectividad que se detecta en su vida cotidiana: «Ha dejado de ser tan olvidadizo y ya no se pierde tanto. Antes ni el GPS del coche le servía», dice.
En los fogones contiguos, Ángeles Carmona y su equipo enriquecen la atmósfera con unas migas. «Nos apañamos, pero la mejor harina no es esta, sino una amarillenta que venden en Granada», suelta. Frente a ellos, Manuel de la Torre también recuerda mientras remueve masa de churros. Nunca ha sido un 'cocinillas', pero se afana en sostener el cazo mientras su mujer, Rosario Barreña, echa a freír los churros. Ella también tira de memoria y habla de las bodas de oro que cumplirán en breve. Y mientras cocina los preparativos de un día tan especial sabe que el mejor regalo que puede recibir el 30 de diciembre será comprobar que su marido se acuerde de felicitarle por medio siglo de vida compartida.
Fuente: elperiodico.com