Cuidar a un familiar con Alzheimer es un hecho sobrevenido para el que nadie está preparado. El 90% de los enfermos de Alzheimer viven con un familiar que es su cuidador principal. La media de dedicación diaria es de 15 horas los siete días de la semana, ya que la propia enfermedad va provocando que el afectado sea cada vez más dependiente. Sin el apoyo necesario, afrontar dicha realidad acostumbra a desencadenar problemas físicos y psicológicos asociados al estrés, la ansiedad, la depresión o la frustración. Es lo que se conoce como síndrome de sobrecarga del cuidador o síndrome del cuidador «quemado».
En la gran mayoría de casos, la atención directa recae en el cónyuge del enfermo o, en menor medida, en algún hijo o hija. La dedicación al enfermo, prácticamente exclusiva, provoca un gran agotamiento físico y mental, unido al agravante emocional de sentir como un ser querido se va perdiendo en vida. Un hecho que les convierte en enfermos ocultos.
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