Estamos viviendo una situación de excepcionalidad: la pandemia COVID-19, generada por el coronavirus, que requiere de unas medidas drásticas para contener la propagación y evitar el colapso del sistema sanitario. Para ello las autoridades han impuesto medidas como el distanciamiento social, la protección de los colectivos más vulnerables y el confinamiento domiciliario, es decir, quedarse en casa.
Por las razones anteriormente expuestas, el contacto social con las personas mayores y frágiles, entre ellos las personas con Alzheimer o con otras formas de demencia, se ha restringido específicamente. Así, se han dado órdenes como el cierre de centros para mayores y de centros de día. Del mismo modo, se han restringido las visitas a las personas internas en residencias, geriátricos o centros sociosanitarios, incluyendo las visitas de familiares.
Este escenario de excepcionalidad del que, además, no contamos con antecedentes similares en nuestra sociedad, nos lleva a sentir un gran desconcierto y tener muchas dudas. Debemos enfrentarnos a situaciones nuevas y, a menudo, complejas, para las que, además, no hemos tenido tiempo suficiente para prepararnos.
Más información: Fundación Pasqual Maragall