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Consiguen llevar fármacos al cerebro mediante la aplicación de ultrasonidos

Un gallego ha demostrado que es posible superar la barrera hematoencefálica

Es probable que el nombre ni le suene, pero el hecho de que estemos vivos se debe en una parte nada despreciable a la barrera hematoencefálica. Es una muralla formada por una densa capa de células endoteliales estrechamente unidas que protegen al cerebro de sustancias tóxicas y que permite a las neuronas mantener un ambiente seguro para realizar su actividad. Es una defensa natural esencial para la supervivencia, pero también un obstáculo en muchas ocasiones insalvable para que los fármacos puedan acceder al sistema nervioso central.

El escaso éxito de la quimioterapia dirigida a los tumores cerebrales o de los medicamentos para el alzhéimer o el párkinson, entre muchas otras enfermedades, tiene su origen en este muro casi impenetrable. La ciencia lleva años intentando sortearlo y son muchas las estrategias por las que lo está intentando, pero la utilización de ultrasonidos en el cráneo es una de las vías más prometedoras. Es más, ya se ha logrado abrir la puerta de acceso al cerebro, pero ocurre que los fármacos utilizados, aplicados por vía intravenosa, circulan por todo el torrente sanguíneo y pueden provocar efectos adversos en otros órganos. Ahora, por primera vez, un equipo de Columbia University de Nueva York ha logrado llevar las terapias exclusivamente a las zonas del cerebro donde tienen efecto terapéutico. El trabajo, publicado la revista científica Journal of Cerebral Blood Flow and Metabolism y presentado en algunos de los congresos más prestigiosos del área, tiene como primer autor al investigador gallego Carlos Sierra, un físico reconvertido a ingeniero biomédico que trabaja con una beca posdoctoral de la Fundación Barrié en la institución neoyorquina.

Para superar la barrera hematoencefálica se inyectan en el organismo microburbujas de un gas inerte recubiertas de una capa lipídica (grasa) que recorren todo el torrente sanguíneo. Paralelamente se aplican ultrasonidos en el cerebro que se focalizan hacia una zona en concreta en la que se quiere actuar. Cuando las burbujas microscópicas llegan a ese punto vibran por el efecto de las ondas acústicas, una oscilación que permite abrir una puerta en la muralla celular. Pero ocurre que en la aproximación actual lo que se hace es inyectar el fármaco inmediatamente después de que se haya abierto la barrera, por lo que puede provocar efectos secundarios.

Liberación selectiva

Lo que Carlos Sierra ha probado en un modelo animal es que el medicamento se puede pegar a la capa de lípidos de las microburbujas, que solo se liberarían por el efecto de los ultrasonidos cuando llegan al sistema nervioso central. De esta forma, el principio activo solo actuaría en el área que se quiere tratar.

«En nuestro experimento no utilizamos un fármaco, sino una molécula inactiva fluorescente que luego vimos que llegó justo a la región cerebral que nos interesaba, sin afectar a otras partes del organismo», explica Carlos Sierra Sánchez. «Es de esperar -añade- que los resultados que obtengamos en humanos sean los mismos». Pero aún habrá que esperar. La tecnología es más que prometedora, aunque deberá ensayarse más antes de dar el salto a los pacientes. «Si no hay problemas, en cinco o diez años podría estar disponible», precisa el investigador gallego. 

Un paso de gigante

Si realmente se llega a comprobar su eficacia, el tratamiento de los tumores cerebrales, por ejemplo, daría un gigantesco paso adelante. La quimioterapia es ya de por sí agresiva, pero cuando se trata de actuar sobre el cerebro lo es aún más, porque es necesario incrementar las dosis para que al menos una pequeña parte llegue a su destino. Pero los efectos secundarios son brutales y la eficacia, por el momento, muy limitada. El tratamiento de muchas otras enfermedades, como el Alzhéimer, el Párkinson o el Huntington, también se vería enormemente favorecido.

Fuente: lavozdegalicia.es

Con la colaboración de