Jesús Merchán lleva casi 33 años siendo biólogo. «Ya antes de saber leer, hojeaba libros de animales y ponía separadores donde estuviesen mis insectos favoritos», sonríe. Coleccionaba disecados, los dibujaba. Lo primero que hizo cuando aprendió a interpretar las letras fue «memorizar los nombres científicos» de los bichos. Toda una pasión primaria. En el colegio, los chicos le conocían como «el biólogo»; arrastraba hasta la ligera hipocondría que conlleva saber mucho del propio cuerpo.
Sin embargo, a la hora de elegir carrera, Jesús se quedó con Ingeniería Informática. «Quizá pequé un poco de utilidad práctica», reconoce. Aunque la acabó con éxito y llegó a trabajar durante un año y medio diseñando softwares como ingeniero aeroespacial, «no me encontraba satisfecho con lo que hacía y tenía ahí la espinita de estudiar una carrera de ciencias».
Dejó un puesto seguro por lanzarse, por fin, a Biología. «Me emocioné desde el primer día. Dije 'Estoy donde tengo que estar', y no importó nada, ni siquiera que fuera mayor que mis compañeros». Jesús eligió ser feliz, aunque ser feliz también cueste trabajo. Tras la carrera llegó el máster y tras el máster el doctorado. «Gracias a la beca de La Caixa, llevo ya un año cursando el doctorado en Bioquímica, Biología Molecular, Biomedicina y Biotecnología».
Consiste en un contrato de personal investigador en formación con la Autónoma financiado por La Caixa. Eso sí: «Tienes que desarrollar investigaciones que conduzcan a tu tesis final». El laboratorio al que pertenece Jesús se centra en el Alzheimer: «En el citoesqueleto, es decir, el esqueleto de las neuronas, y en una proteína muy importante en la enfermedad llamada Tau». El joven reconoce que hablar de prevención o curación en el Alzheimer sigue siendo complicado: «Aún no se sabe con exactitud qué lo desencadena. La variante genética, que es la que se conoce, representa menos del 5% de los casos».
A Jesús le seduce la investigación de enfermedades cerebrales: «El parkinson, por ejemplo, o el huntington. La neurobiología, en general». No sabe dónde estará dentro de cinco años, pero tiene claro que no le gustaría vivir en el extranjero, que se antoja el destino forzoso del científico ibérico: «En España, si no encuentras una beca o algún tipo de financiación, te puedes quedar en el paro en cualquier momento. Pero yo tengo aquí a mi familia y a mis amigos, y me gustaría tener aquí también a mis hijos», confiesa.
Contempla el profesorado como opción sólida. No sólo porque aún sea una puerta entornada en España, sino porque cree su labor igual de importante que la investigación. «La docencia, para educar a la sociedad, y la divulgación, para concienciarla, son fundamentales para que la gente entienda cómo funciona la vida, aunque no tenga una aplicación inmediata».
Fuente: elmundo.es