“Está claro que con el tiempo, el efecto acumulativo del cobre afecta el sistema que permite eliminar del cerebro la proteína beta-amiloide”, que es tóxica y tiene un papel clave en la enfermedad de Alzheimer, dijo Rashid Deane, del Centro Médico de Rochester (Nueva York, noreste de Estados Unidos), autora principal del estudio.
“Esta disfuncionalidad es uno de los factores ambientales clave que provoca la acumulación de esta proteína en el cerebro, donde forma las placas características de la enfermedad de Alzheimer”, agregó la científica, que hizo sus estudios en ratones y células cerebrales humanas. La investigación fue publicada en las Actas de la Academia Nacional de Ciencias (PNAS).
Estos resultados parecen contradecir a los de investigadores británicos de la Universidad de Keele, Reino Unido, publicados en la revista Nature en febrero. “La cantidad de cobre en el cerebro de las personas mayores, especialmente en aquellos con enfermedad de Alzheimer, es menor que en los sujetos normales”, dijo a la agencia AFP el investigador Christopher Exley. “Las investigaciones demuestran que el cobre previene la formación de placas beta-amiloides”, añadió, señalando haber estudiado 60 cerebros humanos de personas muertas con Alzheimer u otra patología similar.
Ante esto, la doctora Deane aclaró que los dos estudios no se centran en los mismos mecanismos y que el problema es de todas formas complejo. La investigación británica concluyó que el cobre prevendría la enfermedad de Alzheimer porque los cerebros de las personas encuestadas tenían niveles más bajos del metal que lo normal, pero esto no es concluyente, dijo Deane.
TUBERÍAS DE COBRE
Deane explicó que su trabajo se centró en los vasos sanguíneos cerebrales donde la acumulación de cobre, un poderoso oxidante, afecta con la edad el mecanismo para evitar que las toxinas entren en el cerebro y eliminen las beta-amiloides antes de que formen placas seniles. La investigadora dice que “estas placas en los enfermos de Alzheimer también tienen niveles elevados de cobre”.
Según George J. Brewer, profesor retirado de la Universidad de Michigan (norte de Estados Unidos), “el trabajo de Deane ayuda a aclarar el papel del cobre como un factor importante de toxicidad cerebral observado con la enfermedad de Alzheimer”. Los estudios de Deane muestran, según Brewer, “la relación entre la epidemia de la enfermedad de Alzheimer en los países industrializados y el uso de tuberías de cobre”. Señaló que el cobre de la dieta, que es orgánico, es esencial para la salud y no causa ningún daño al cuerpo, mientras que el cobre inorgánico encontrado en el agua del grifo es venenoso.
El cobre orgánico es esencial para la conducción nerviosa, el crecimiento óseo y la secreción hormonal, señalan los investigadores.
En su investigación, Deane inyectó por tres meses a los ratones dosis de cobre en las cantidades del metal absorbido por los seres humanos al consumir agua del grifo.
Los investigadores encontraron que el cobre llegó rápidamente al torrente sanguíneo y se acumuló en las células que forman las paredes de los capilares que irrigan el cerebro. Estas células son elementos esenciales del sistema de defensa del cerebro y regulan el paso de moléculas desde y hacia el cerebro en el torrente sanguíneo. El equipo de Deane también observó que el cobre estimula la actividad de las neuronas, lo que aumenta la producción de beta-amiloides.
Fuente: portafolio.com