No es ninguna novedad que cuando hay que seguir un rastro ni personas ni tecnología lo harán mejor que un perro adiestrado para ello. Por mucho que un ser humano tratara de educar su olfato y por mucho que se avance en la ciencia, recurrir a policías de cuatro patas es la única opción si se busca efectividad -un total de 18 forman parte de la Unidad de Guías Caninos de la Policía Nacional en Castilla y León-. Así, son comúnmente conocidos los agentes caninos, pero éstos no son los únicos del reino animal a los que el hombre tiene que llamar para hacer el trabajo que a la «raza dominante» y al mundo que ha desarrollado a su alrededor se les escapa. Y es que entre la fauna se esconden también psicólogos, bomberos y controladores aéreos.
No es de extrañar. Ya nos enseñaron las palomas mensajeras hace siglos que nuestros mensajes podían llegar a una «nube» y ser recibidos por otras personas con «doble check» de acuse de recibo cuando regresaban a casa. Hoy las aves llegan incluso al plano esotérico, dando pistas sobre un futuro en el que el humano sólo puede moverse por predicciones aún imprecisas. Como los canarios que bien conocen las cuencas de León y Palencia y que antiguamente alertaban del peligro en una mina, muchas especies ponen ahora de relieve que el cambio climático se acerca a raíz de alteraciones que sufren las ellas y los entornos en los que viven.
1) Terapeutas: Ya en tiempos remotos los equinos eran usados en terapia para soldados heridos. Hoy en día, la Fundación Carriegos sigue reclamando la ayuda de los caballos terapeutas. Junto a otros animales colaboran en la rehabilitación de personas con alzhéimer, parálisis cerebral o autismo. Mejorar la comunicación, superar temores, más autoestima, equilibrio o coordinación son algunos de los tantos logros que consiguen y que no logra una máquina.
4) Controladores aereos: Las cigüeñas no entienden de estructuras ni de conservación. De ahí que la elección de hogar no tuviera en cuenta que en la iglesia de San Esteban de Castromocho (Palencia), debido a la gran acumulación de nidos -hasta 37 en años anteriores-, existía el riesgo de derrumbe. Por ello, fue necesaria la actuación de la Junta para reubicar a la colonia a 500 metros sin provocar daños en la especie. La parte material era un trabajo complejo aunque factible, pero cómo conseguir que las cigüeñas aceptaran su nuevo hogar. Ni señales, ni sonidos, ni la trampa de comida que sí hubiera servido con muchos hombres eran suficientes para que los huéspedes accedieran. Hubo que recurrir a cigüeñas amaestradas para que siguieran sus pasos.
Fuente: abc.es