Milagros Prieto (Ferrol, 1951) trabaja para Afal desde que se fundó en el 1997, pero el próximo verano pasa a un segundo plano porque se jubila. Deja claro que no abandona y sus todavía compañeros le demuestran cuánto la estiman nombrándola presidenta honorífica. Fue el pasado jueves en una asamblea general.
-¿Como se siente siendo presidenta honorífica?
-Pues me siento genial, la verdad es que me ha hecho muchísima ilusión.
-¿Cuál era su cometido ahora?
-Desde hace unos cinco años, que tenemos el centro de la Casa del Mar, lo dirijo yo y también hago labores de relaciones públicas y sigo trabajando como parte de lo que es la asociación, colaboro con la junta directiva, porque me comprometí y quiero mientras pueda. Hay una nueva junta y quería que la transición fuese lo más suave posible.
-¿Cómo ha ido creciendo Afal?
-Cuando empezamos no teníamos nada, nos reuníamos en cafeterías y no nos conocía nadie. Aún ahora el alzhéimer es un gran desconocido para un muchas personas, pero aquel momento lo era para todo el mundo. Así que tuvimos que trabajar mucho y tratar de abrirnos muchas puertas, poco a poco fuimos haciéndonos un nombre y un sitio. La entonces Caixa Galicia nos dejó el primer local para reunirnos y gracias a la colaboración de varias entidades conseguimos un local en la calle Chile que nos cedió de nuevo Caixa Galicia y allí empezamos con los talleres de estimulación cognitiva. Todo el mundo era voluntario. En el 2000 conseguimos dar el paso para contratar a gente, de profesionalizar por completo la asociación, porque la actividad que dábamos ya no se podía sostener solo con voluntarios. Y en el 2010 surgió lo de poner tener un centro de la red pública, años después de lograr el centro de día para el que pedimos un préstamo que terminamos de pagar este verano. Fue el primero que una asociación conseguía tener en Galicia.
-¿Cuánta gente se ha podido atender?
-Ahora mismo tenemos sobre 80 personas cada día: el centro de la Casa del Mar tiene espacio para 40 usuarios y solo tenemos tres plazas y media vacantes, porque hay medias jornadas. Y en el de Antonio Castro también tenemos una ocupación de más de 40 personas. Además, hay otros talleres para casos más leves.
-¿Hubo algún caso que le movió empezar a colaborar con Afal?
-Empecé por dos motivos: primero, porque una amiga me implicó, ya que una trabajadora del Sergas vio la necesidad de este tipo de entidad para Ferrol. Yo era compañera de ella, también soy administrativo del Sergas, y me pidió ayuda. Y en esto diagnosticaron a un tío mío, con lo cual ya me sentí totalmente implicada. Ella me propuso en la primera asamblea que fuese la presidenta. Y desde entonces hasta el año pasado. Aunque el mérito que pueda tener es compartido con mi familia, sin el apoyo de ellos, de mi marido, no hubiera podido estar 19 años con esta labor. También tengo que recordar a las juntas directivas y en especial a Sesé, que llegó a la asociación por su madre y después la diagnosticaron a ella. La recuerdo y me emociona.
-¿Cómo se plantea el futuro?
-No me voy cerrando la puerta, siempre voy a estar ahí, pero no en primera fila, un paso atrás para lo que se necesite.
Fuente: lavozdegalicia.es