El estado de alarma decretado por la crisis sanitaria del coronavirus acabó con la rutina de personas que se quedaron sin trabajo, sin clases presenciales o sin la posibilidad de salir a la calle. Pero para otras ha supuesto un cambio radical en sus vidas, como es el caso de personas con diversidad funcional o enfermedades neurodegenerativas. El confinamiento ha representado un cambio total en su rutina diaria y en sus tratamientos.
La mayoría de asociaciones han utilizado las redes sociales para comunicarse con las familias y los usuarios de forma online o a través de videollamadas: “Hicimos un grupo de whatsapp y pedimos sus correos para enviarles tareas. También se han dado clases a través de videoconferencia. Les pedíamos un trabajo y a lo largo del día lo iban realizando. Cuando terminaban, nos mandaban la foto del trabajo y lo evaluábamos”, explica la directora de la Asociación de Enfermos Mentales de Elda, Petrer y Comarca (AFEM-EPC), Julia Fernández.
En algunas asociaciones han podido mantener el contacto presencial respetando las medidas higiénicas y de seguridad, como es el caso de la Asociación de Enfermos y Familiares de Alzheimer (AFA) en su servicio de ayuda a domicilio, pues el centro ha permanecido cerrado. También en Asprodis, la Residencia Colores para adultos y los pisos tutelados se han mantenido abiertos: “Hemos trabajado 60 personas en la Residencia, dividimos el centro en dos zonas: una donde se aisló a las personas con posibles síntomas del virus y otra zona donde trabajábamos todos los demás”, explica el director de la residencia, Rafael Hernández, que asegura que la adaptación ha sido complicada ya que “no podíamos ir a los sitios habituales y todo lo que estábamos acostumbrados a hacer en el exterior, lo hemos tenido que hacer dentro con limitaciones por las medidas de seguridad”.
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