«Mi madre era una cachonda. Era feliz, le gustaba recordar su infancia, salir a la calle y bromear», recuerda Pepa Gómez Bustamante. Pero al superar los 60 años Faustina comenzó a olvidar cosas y cambiar palabras, aunque no le dieron importancia.
Era alzhéimer, pero en esa época no era una enfermedad tan conocida y, cuando llegaron al diagnóstico, la madre de Pepa ya era un caso avanzado. Pasó los últimos siete años de su vida en silencio, pero su hija no renunció a comunicarse con ella. Con perfumes, golosinas, música y mucho cariño trató de contactar cada día con ella hasta que falleció en 1999.
Fuente: Hoy