La demencia senil es una enfermedad que provoca el deterioro de la memoria y otras capacidades del razonamiento relacionadas con el lenguaje, la percepción o el juicio.
Estos síntomas, producidos por una falta de comunicación en las células nerviosas, interfieren en la vida cotidiana del paciente y, en las fases más avanzadas, lo convierten en dependiente.
Al ser una patología que no diferencia por sexos u edades, ya que cualquier persona puede padecerla, su etimología ha variado en la actualidad. Cuando se habla de demencia senil sólo se hace referencia a aquella que se producen después de los 65 años, por lo que, lo más apropiado, sería determinarla, únicamente, como demencia.
“Debemos desterrar términos trasnochados del pasado que sólo generan confusión. La demencia no implica que sea senil, del mismo modo que tampoco implica que sea Alzheimer”, confirma Sagrario Manzano, doctora y coordinadora del Grupo de Estudio de Conducta y Demencias de la Sociedad Española de Neurología (SEN).
La enfermedad de Alzheimer es la demencia más frecuente, pero puede aparecer a edades más tempranas y sus síntomas se van agravando a medida que progresa la patología, implicando, en algunos casos, la muerte del paciente, factor que la demencia no tiene porqué conllevar.
Según la doctora Manzano, ambas patologías presentan características que la diferencian.
Diferencias y similitudes entre demencia y Alzheimer
Tanto la demencia como el Alzheimer se engloban dentro de las denominadas enfermedades neurológicas, siendo ambas irreversibles y degenerativas, lo que implica que las funciones orgánicas dañadas o perdidas del paciente no puedan regenerarse.
La diferencia es que, en el caso del Alzheimer, éste degenera hasta provocar la muerte de la persona en la mayoría de los casos, mientras que la demencia no es causa directa de fallecimiento.
Además, “no es lo mismo una fase leve, tanto de demencia en general, como de Alzheimer en particular, en la que no hay apenas alteración, que una fase más avanzada, en la que se sumen otros problemas. Por tanto, no hay una única enfermedad, sino un sinfín de enfermos, cada uno con sus peculiaridades”, afirma Manzano.
En cuanto a las causas, en el caso del Alzheimer éstas son desconocidas, pero en la demencia puede ser la secuela de una infección, del consumo de drogas, de tumores, de otras patologías como el Parkinson u otras de carácter degenerativo.
En ambos casos, que un familiar directo padezca alguna de las dos patologías, mantener niveles de presión arterial altos o ser mujer pueden ser factores de riesgo.
Según Manzano, “un bajo nivel educativo premórbido, seguir una dieta escasamente cardio saludable, la ausencia de un estilo de vida sano, como el ejercicio físico regular”, también suponen elementos que aumentan las probabilidades de padecer Alzheimer.
Por otro lado, tanto las personas con demencia como aquellas que tienen Alzheimer, poseen una misma percepción de la realidad y sólo existen diferencias en los síntomas dependiendo de la fase en la que se encuentre el paciente.
En conclusión, ambas se engloban dentro del término demencia pero, según su nivel de evolución, conllevan características y síntomas que las convierten en enfermedades diferentes.
Consejos para los familiares de pacientes
No existen medidas preventivas que puedan evitar la aparición de ambas afecciones, aparte de las medidas que pueden aplicarse a la vida cotidiana: seguir una alimentación saludable o realizar ejercicio rutinario.
“De forma práctica y entendible, la idea es retrasar al máximo el momento demencia de la enfermedad, para que, de esta manera, se pueda evitar la dependencia”, explica la especialista.
Para ello, es necesario implicar al paciente en un estilo de vida saludable, controlar los factores de riesgo cardiovascular o fomentar sus reservas cognitivas y motivacionales.
En el momento en el que la persona padezca demencia o Alzheimer, los especialistas deben recomendar a sus familiares que sean, que empleen un lenguaje claro y sencillo y, sobre todo, que eviten reprochar sus errores a la persona enferma.
El consejo principal, según la experta, es que los cuidadores traten de orientar al paciente a la realidad, de forma pausada y sin forzarle, a través del refuerzo positivo y, si lo precisan, con la ayuda de las asociaciones como punto de apoyo fundamental para hacer frente a la enfermedad.
Fuente: dmedicina.com