El alzhéimer es una enfermedad neurodegenerativa, es decir, causada por la destrucción de las neuronas cerebrales. Y esta destrucción, como han mostrado multitud de investigaciones, se produce fundamentalmente, además de por los ovillos neurofibrilares formados por la proteína tau, por la acumulación en el cerebro de placas de beta-amiloide, altamente tóxicas para las neuronas. Sin embargo, este efecto deletéreo requiere de varios años, y los pacientes sufren la deposición de estas placas durante décadas antes de manifestar los primeros síntomas de la enfermedad. Entonces, ¿no hay ninguna manera para detectar precozmente la presencia de las placas de beta-amiloide y, así, diagnosticar y tratar el alzhéimer antes de que se produzca el deterioro cognitivo? Pues según muestra un nuevo estudio dirigido por investigadores de la Universidad de Waterloo (Canadá), existe un método mínimamente invasivo y ciertamente barato para el diagnóstico temprano de la enfermedad: la detección de proteínas de beta-amiloide en el fondo de la retina.
Concretamente, el estudio, presentado en el marco de la Conferencia Internacional 2016 de la Asociación de Alzheimer de Estados Unidos que se está celebrando en Toronto (Canadá), muestra cómo el uso de luz polarizada para identificar la presencia de proteínas de beta-amiloide en la retina permite el diagnóstico de la enfermedad varias décadas antes de que el paciente sufra deterioro cognitivo.
Como explica Melanie Campbell, directora de la investigación, «la capacidad para detectar los depósitos de beta-amiloide en la retina antes de que se presenten los síntomas de la enfermedad puede constituir una herramienta esencial para el desarrollo de estrategias preventivas para el alzhéimer y otras demencias».
Décadas antes de los síntomas
A día de hoy, el diagnóstico de la enfermedad de Alzheimer y de otras formas de demencia se lleva a cabo una vez ya se han presentado los primeros síntomas, momento en el que se suele emplear la tomografía de emisión de positrones (PET) para evaluar el estado del cerebro del paciente. Es decir, la detección se realiza cuando ya hay un deterioro cognitivo y requiere de pruebas que, como la PET, resultan muy caras. Todo ello sin olvidar los casos en los que el diagnóstico únicamente se confirma mediante una autopsia cerebral