El alzheimer es la cuarta causa de muerte en España. En 2011 se llevó a 11.907 personas, más del doble que diez años atrás, y la tendencia es alza. «En el mundo es la segunda, por delante del cáncer. En Gijón hay 3.700 casos, 2.400 en Oviedo, más de mil en Avilés y más de veinte mil en Asturias», asegura Laureano Caicoya, presidente de la Fundación Alzheimer Asturias y secretario de la Asociación de Familiares de Alzheimer en el Principado, dos entidades privadas que ayudan a las víctimas de esta enfermedad. Habla sin medias palabras, y su testimonio es desgarrador. «Decir que lo de Piedras Blancas es violencia de género es una absoluta barbaridad. Eso es no tener ni puñetera idea. Yo entiendo lo que hizo esa persona, y que sea hombre o mujer nada tiene que ver. Fue un acto sublime de amor, y no es un caso excepcional. Por desgracia se da con cierta frecuencia. Sencillamente llega un momento que no puedes seguir ni un minuto más», dijo en primer lugar.
A partir de ahí se centró en la situación de los enfermos y de sus familias, «que también son víctimas del alzheimer, aunque por lo general solo uno los atiende, y suele ser una mujer. Están completamente abandonados. Es dramático. Que yo tenga conocimiento, ninguno de esos veinte mil enfermos recibe ayuda por parte de las instituciones. Los políticos solo se acuerdan de esta enfermedad el 21 de septiembre, Día Internacional del Alzheimer. Se hacen la foto, besos abrazos y punto. Al margen de algún familiar, la única ayuda que reciben es la que presta la asociación y la fundación, que se financia con las cuotas de los asociados y con aportaciones de empresas. Y cada vez estamos peor», aseguró.
Sin perder la cortesía, el tono de Laureano Caicoya se cargaba de indignación según avanzaba la conversación que mantuvo ayer con este periódico. «No tenemos ayudas institucionales. Si quieres un cuidador, págalo. Dicen que tenemos el mejor sistema sanitario del mundo, y no lo pongo en duda, pero en Asturias hay un colectivo de 20.000 personas, más su entorno familiar, que está completamente abandonado, dejado de la mano de Dios. Es así, y a nadie nos duele más que a nosotros, que también sufrimos la enfermedad», enfatizó.
La crisis ha agravado aún más la ya delicada situación. «Es terrible. Nuestra función es ayudar al enfermo y a su entorno. Sillas de ruedas, pañales, atención médica... Pero ahora, cuando llegamos al domicilio nos encontramos a un enfermo, a un cuidador, a quien también hay que considerar enfermo, y a cuatro personas en paro viviendo de una asignación». Una de las prioridades son los alimentos. «El año pasado repartimos más de una tonelada, lógicamente sin ayuda, con nuestros coches y pagando la gasolina. No damos a basto», añadió.
La nula ayuda por parte de las instituciones vuelve a centrar su discurso. «Los políticos dicen que lo mejor es que el enfermo esté en su entorno familiar, y a lo mejor es verdad, pero es que esta enfermedad arrasa. Ellos -los políticos- son quienes tienen que decidir si es mejor subvencionar a las asociaciones de la boina o a un colectivo de enfermos desvalidos que no deja de crecer. Es cuestión de priorizar, y a ellos les corresponde. Que elijan», concluye.
Fuente: elcomercio.es