La Cumbre Mundial sobre el Alzheimer, que se extiende hasta el viernes en la Fundación Champalimaud de Lisboa, pone en común los avances en el terreno de la investigación científica y en la intervención terapéutica, es decir, en el ámbito sociosanitario.
La representación española, respaldada por la presencia de la Reina Sofía, se ha revelado determinante, como demuestra la presentación del algoritmo predictivo de la enfermedad, desarrollado por expertos del Proyecto Vallecas, con sede en el Centro Alzheimer Fundación Reina Sofía, en colaboración con la Fundación CIEN (Centro de Investigación de Enfermedades Neurológicas).
También desembarcaron en la capital portuguesa el CRE Alzheimer (Centro de Referencia Estatal perteneciente al Imserso) y CIBERNED (Centro de Investigación Biomédica en Red de Enfermedades Neurodegenerativas).
El protagonismo del Proyecto Vallecas quedó fuera de toda duda, especialmente porque Bryan Strange presentó el trabajo sobre un modelo virtual del cerebro obtenido a partir de la resonancia magnética de más de mil cerebros sanos, de participantes voluntarios, sin demencia y de una edad comprendida entre los 70 y los 85 años.
«El modelo sirve como elemento de control con el que contrastar resonancias magnéticas individuales y así poder identificar, de manera precoz, las anomalías propias del inicio del Alzheimer y otras enfermedades neurodegenerativas (Parkinson, Huntington)”, señaló Strange.
En cuanto al algoritmo predictivo del desarrollo de la dolencia, tiene una fiabilidad del 94% y se basa en cinco largos años de investigaciones para identificar «variables de conversión entre un estado cognitivamente sano y un deterioro cognitivo leve».
Un avance que el Proyecto Vallecas plantea con aplicaciones terapéuticas: «Los tatamientos de las demencias son más efectivos cuando comienzan antes de que se verifiquen el deterioro cognitivo y los síntomas clínicos generados por el daño neurológico».
Solo así, a través de este algoritmo, se podrá determinar qué individuos se hallan más en riesgo. El mecanismo que lo facilita no es otro que una completa base de datos: sociodemográficos, clínicos, neurológicos, biológicos…
Fueron evaluados 1.213 voluntarios, a los que se les inquiría sobre factores de riesgo vascular, antecedentes neurológicos, consumo habitual de alcohol o patología psiquiátrica.
Además, la neuróloga Mercè Boada, cofundadora de la Fundación ACE (Alzheimer Center) de Barcelona, precisó a ABC que todas las investigaciones en curso se dirigen a evitar que «las personas se acostumbren a perder porque, con la edad, se asume esa pérdida (de visión, de memoria) y no tiene por qué ser así».
«El Alzheimer es una enfermedad de pérdida, pero no puede olvidarse que, cuando se pierde parte de los sentidos, se acaba perdiendo identidad, en definitiva», explica mientras dictamina: «La gran tragedia del Alzheimer es que yo he dejado de ser yo».
En vista de que los frentes de actuación pueden ser múltiples, Boada reconoce que «es muy difícil encontrar un solo fármaco porque es como si tuviéramos que luchar no solo contra un francotirador, sino contra muchos francotiradores a la vez».
Fuente: abc.es