El 25 de noviembre de 1991 abría en Barcelona el primer centro de día terapéutico para personas con deterioro cognitivo. Era único en España, un lugar donde estimular la memoria y socializar. Mercè Boada y Lluís Tárraga, sus impulsores, creían en el beneficio para los afectados y sus familias. Empezar a considerar la demencia como entidad propia y poner en valor derechos, capacidades de quienes la viven, sin despreciar el más leve retraso de pérdida de memoria era un salto al vacío.
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