Carmen Agost tiene 62 años y un marido enfermo de alzhéimer al que le dedica las 24 horas del día. Le dedicaría 36 horas si el día las tuviera. De hecho, desde que le diagnosticaran la enfermedad a su marido Juan José Barberá, a los 58 años (hoy tiene 67), Carmen vive por y para él. Ayer, el Día Mundial del Alzheimer, la Federación de Alzheimer de la C. Valenciana (Fevafa) reivindicó el valor del cuidador. Cuidadores anónimos como Carmen que poco a poco se quedan «sin vida» en aras de «dignificar lo máximo posible» la vida de sus familiares.
Carmen se emociona. Sufre al recordar y le asoman las lágrimas a la hora de dar las gracias. Encontrar un Centro de Día para su marido ha supuesto un antes y un después en su vida. Sabe que allí está atendido, para ella supone un alivio compartir experiencias con otros familiares y, además, gana unas pocas horas al día para hacer algunas de las cosas que dejó aparcadas cuando su marido enfermó. Nunca será lo mismo. Y ella lo sabe, pero la vida sigue. Para él y para ella. «La gente relaciona la enfermedad con la pérdida de memoria. Y es cierto pero la envergadura es mucho mayor. No se trata de no recordar lo que uno comió hace dos días o de no saber quien es la tía Juana del pueblo... Se trata de que no se acuerdan de comer, ni de ir al baño. Es una enfermedad que machaca al cuidador psicológicamente», explica Carmen Agost. Por ello, reclama más Centros de Día porque los cuidadores «tenemos cada día menos vida y sabemos, además, que cada semana que pasa, cada mes, cada año... será peor».
Con el objetivo de potenciar la figura del cuidador, la Federación de Alzheimer de la Comunitat Valenciana entregó ayer sus premios a instituciones destacadas en investigación y sensibilización
