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El arduo camino de una biotecnológica

Oryzon salió adelante con dinero de familiares y amigos hasta atraer a un gran fondo

Era el año 2003 cuando Carlos Buesa y Tamara Maes decidieron fundar la biotecnológica Oryzon, un proyecto empresarial nacido de la experiencia conjunta que ambos habían vivido en Bélgica, concretamente en el Instituto Flamenco de Biotecnología (VIB). “En Bélgica conocí experiencias de emprendimiento, desde el ámbito académico, que me hicieron ver, con claridad, que era posible transformar el conocimiento en algo tangible”, explica el emprendedor. “Ya en 1998 nos planteamos la idea de que quizás podríamos montar una empresa que comercializara productos de tecnología DNAChip”. Todo parecía ir bien, “la Universidad de Barcelona, la Fundación Bosch i Gimpera y el CSIC nos ayudaron a elaborar nuestro plan de negocio”.

Sin embargo, la llegada de la crisis hizo que todo lo construido hasta ese momento se paralizara, “incluso hubo un fondo de capital riesgo que, con la inversión aprobada, se echó para atrás”. Por un momento, pareció que Oryzon nunca llegaría a ver la luz. Afortunadamente, el Centro de Innovación y Desarrollo Empresarial (CIDEM), un organismo de la Generalitat encargado de impulsar la innovación de las empresas catalanas como medio para aumentar su competitividad, les animó a seguir. “Fue entonces cuando acudimos a las socorridas tres F: friends, family and fools (amigos, familiares y aventureros). En total, fueron 70 inversores particulares que con aportaciones de entre 1.500 y 6.000 euros nos ayudaron a sobrevivir en los primeros tiempos de Oryzon. Así conseguimos 250.000 euros. Además, obtuvimos el primer Neotec (un programa de ayudas del Ministerio de Ciencia e Innovación) en la primera convocatoria que se hizo”.

A medida que Oryzon fue creciendo, tanto en capital disponible como en experiencia en el mercado, “y también gracias a alcanzar diversos retos organizativos, científicos y financieros”, el modelo de negocio de la compañía fue variando. “Lo primero a lo que nos dedicamos fue a trabajar sobre biomarcadores genéticos de uso agrícola y ganadero. Sin embargo, enseguida nos dimos cuenta de que podíamos desarrollar el tipo de herramientas para diagnóstico en humanos”. Fueron cinco años de crecimiento, hasta que, en 2008, logramos hacer una ampliación de capital gracias al fondo de riesgo Najeti, “que ya llevaba algún tiempo con nosotros”.

La operación lo cambió todo. “Conseguimos casi nueve millones de euros, lo que nos permitió refundarnos en una empresa productora de fármacos para enfermedades oncológicas y degenerativas como el alzhéimer, basados en la epigenética (unos procesos bioquímicos que modifican la actividad del ADN, pero sin alterar su secuencia)”.

Carlos Buesa, como emprendedor y científico salido de la universidad pública, cree firmemente en la colaboración pública y privada. “Pese a los recortes, que considero todo un drama para el desarrollo del país, en España sigue habiendo muchos investigadores de primer nivel. En el caso de Oryzon, estar ubicados en el Parc Cientific de Barcelona (PCB) nos ha permitido acceder a unas instalaciones, un entorno científico y equipamiento de primerísimo nivel a un precio que una empresa como la nuestra no podría permitirse. Además, está la propia visibilidad y prestigio del PCB y que, sobre todo al principio, nos ayudó mucho en nuestro desarrollo y visibilidad como empresa”.

Esta visibilidad, y el consecuente acceso a financiación, fue lo que permitió a Oryzon conseguir éxitos como sacar adelante una prueba para detectar, con suficiente antelación, el cáncer de endometrio “o completar la primera fase de investigación de la molécula ORY-1001, mostrando eficacia y baja toxicidad sobre las células sanas en la lucha contra la leucemia. Hemos firmado un acuerdo con Roche, y ellos se ocuparán de probar la ORY-1001 en humanos para demostrar efectividad y seguridad”. Lo mejor de todo es que, además de la patente cedida a Roche, Oryzon tiene 16 más. “Una de ellas, muy prometedora, pero aún en fase preliminar, que cubriría un tratamiento contra el alzhéimer”.

Con respecto a la facturación de una empresa como Oryzon, esta “es discontinua hasta que no consigues la aprobación de un fármaco. Por eso, puedes firmar un acuerdo y recibir 21 millones de euros, como este año, y, al año siguiente, no facturar casi nada”. La entrevista está a punto de acabar, pero antes Carlos Buesa quiere dar un consejo a quien quiera empezar un proyecto emprendedor: “Que viaje mucho, que escuche mucho para no repetir errores ajenos y, sobre todo, que se rodee del mejor equipo posible y multidisciplinar”.

Un sector con mucho por descubrir

El último informe de la Asociación Española de Bioempresas (Asebio) deja clara, al dibujar la situación blanco sobre negro, la importancia de la biotecnología en la economía española. Y es que, según datos del anuario de la organización, en 2012

Con la colaboración de