Acaba de publicar en la revista Cell un novedoso trabajo sobre el proceso de creación de neuronas en el cuerpo carotídeo, una glándula bajo la mandíbula. José López Barneo (Torredonjimeno, Jaén, 1952) es uno de los investigadores españoles más reconocidos en el exterior. Es director del joven Instituto de Biomedicina de Sevilla (IBiS) y un experto en terapia celular. “El dogma que ha imperado en neurología es que el cerebro no es regenerable, pero se ha refutado en la última década. Se ha demostrado que en sitios muy concretos, en los centros neurogénicos, se producen nuevas neuronas toda la vida”, explica.
Las aplicaciones de su investigación sobre la generación de neuronas son variadas. “Si supiéramos regular la actividad neurogénica del hipocampo, donde comienza el alzhéimer, podríamos luchar contra la enfermedad”, aclara; por ejemplo, con un medicamento que estimulase la neurogénesis. “Sería un fármaco revolucionario”.
Ciencia con meritocracia
“Nunca se instauró la meritocracia en las universidades y en muchos organismos del CSIC”, opina. “Tiene que haber un sistema piramidal y elitista, que se le dé una zanahoria a la gente más ambiciosa. El que sabe más y genera más recursos debe mandar. En Harvard se hace así”.
Un segundo uso llega para el párkinson. Su grupo de investigación ha realizado autotrasplantes del cuerpo carotídeo en el cerebro de enfermos. Pero no ha acabado de funcionar. “Hemos hecho dos ensayos clínicos. No fue mal, pero no lo suficientemente bien. Solo un tercio de los pacientes mejoró bastante. Pensamos que una de las razones es porque el cuerpo carotídeo es muy pequeño”. Por eso, ahora trabajan en expandirlo in vitro antes de implantarlo. “El párkinson se curará cuando conozcamos las causas y surja algún fármaco. La terapia celular solo puede reemplazar las células que han muerto”, añade.
Es (y ha sido) crítico con quienes veían la terapia celular como la panacea. “Eso fue un bluf absolutamente político y mal hecho. Dio lugar a unas expectativas excesivas de que íbamos a curar todas las enfermedades. La gente que trabajábamos en esto sabíamos que era un campo muy interesante, una revolución de la biomedicina, pero que se va a ir transfiriendo a la clínica poco a poco, con cuentagotas, por desgracia”. Cree que se mezcló el tema ideológico con la ciencia, por el uso de células madre embrionarias en algunos casos. De hecho, recuerda que las embrionarias están dando problemas por la generación de tumores y rechazo en el enfermo.
Este catedrático de Fisiología en la Universidad de Sevilla revela que la terapia celular está siendo muy útil en enfermedades de la médula ósea, como leucemia; también en la regeneración de hueso y cartílago, haciendo piel artificial, o en la cicatrización de las heridas. Un trabajo que llevan a cabo los centros de investigación y las pequeñas empresas: “Las big pharma no se meten en este tipo de investigaciones tan primarias. En terapia celular no están”.
Él apuesta por la colaboración con el sector privado. “Nosotros, cuando descubrimos estas células, hicimos una patente”. Entre el 10% y el 15% de los ingresos del IBiS ya provienen de entidades privadas como la Fundación Botín, un porcentaje elevado respecto a otros centros públicos, aunque muy inferior a lo que ocurre en EE UU y Europa.
“La Fundación Botín nos ha reeducado a que la investigación básica tenga su repercusión en el mercado, que es el objetivo último. Mi grupo ha ido cambiando en los últimos años, manteniendo el nivel de calidad científica. Antes éramos muy académicos, ahora estamos más orientados a transferir los conocimientos a través de patentes”. Esa mentalidad le ha llevado a crear, junto al grupo Genetrix y a la Fundación Botín, la empresa Axon Therapix, que comercializaría los avances, “si somos capaces de conseguir un producto para el párkinson, por ejemplo, un bote de células que se implante en los pacientes”. No se trata de dejar de hacer la más novedosa ciencia básica, sino pensar también en la aplicación. “Hemos tenido un cambio de mentalidad absoluto”.
Sobre los recortes piensa que España podría haber aguantado uno o dos años de ajustes, “pero seis o siete años, en un país donde la ciencia es muy débil, donde no hay inversión privada y se depende de la inversión pública... No habrá marcha atrás”. Por eso, anima a sus pupilos a salir fuera. “Yo les digo que se vayan y no vuelvan”. Y añade: “En España tenemos otro problema y es que la empresa privada no hace investigación”.
“Las ‘big pharma’ no se meten en este tipo de investigación tan primaria. En terapia celular no están”
“Lo primero que hace falta es invertir más en ciencia. Pero también financiar la calidad”. Por eso apuesta por reformas en el sistema. “Debe haber instituciones científicas donde el mérito sea exclusivamente el parámetro que regule los créditos, las becas, las plazas... Hacen falta centros que exclusivamente se rijan por la meritocracia”. Considera que en el CSIC (Consejo Superior de Investigaciones Científicas) ha habido áreas que se han inflado de personal que no es productivo. “El CSIC debe modernizarse y yo quitaría el funcionariado. Tendría que haber contratos laborales que se ganasen según la producción científica, con una política de captación de recursos humanos y económicos más moderna”. Y recalca: “En el CSIC hay que cerrar muchos institutos que no son productivos”.
Apunta otras mejoras. “Hace falta una reforma universitaria muy seria, no podemos gastarnos un pastón en formar a médicos e ingenieros que luego se tiene que marchar al extranjero a hacer su trabajo”. Además de la esclerosis interna de los centros. “Hay departamentos que no producen, que no traen recursos, que están envejecidos y no se permite rejuvenecerlos, meter a investigadores jóvenes, con contratos Ramón y Cajal, que lo dinamicen”. De hecho, pide valorar a cada docente: “se puede medir muy fácilmente: cuánto has publicado, cuántos recursos externos generas, cuántas patentes licenciadas a empresas tienes y la encuesta docente, que los alumnos te valoren. Si la gente no alcanza el nivel debido, pues tomas medidas como bajarle el sueldo”.
Fuente: cincodias.com