Este viernes comienza en la facultad de Humanidades del campus ourensano un curso para cuidadores de enfermos de Alzheimer en el ámbito familiar. Se trata de una iniciativa gratuita impulsada por la asociación de familiares y enfermos de Alzhéimer, Afaor. Una entidad que se vuelca, precisamente, con los que cuidan a quien más lo necesita. Mª Carmen Castro es una de las psicólogas de la entidad.
-¿En qué consiste el nuevo curso de Afaor?
-Se trata de un programa de atención a la dependencia, de apoyo al cuidador, que se llama Un cuidador, dos vidas , en el que se trata de dotar a los cuidadores de las estrategias necesarias para el cuidado de personas dependientes. Es gratuito y solo es necesario inscribirse antes del viernes en Afaor. Son cuatro sesiones de tres horas repartidas en viernes y sábado, para que interfiera lo menos posible con el horario laboral.
-¿Se trata de ahondar en los recursos frente a la enfermedad?
-A mí me gusta referirme al Alzheimer más como una nueva situación para la persona que como una enfermedad. Se acude a la asociación hoy por hoy porque está dotada de profesionales y recursos necesarios para conseguir que la enfermedad no termine con la persona encamada. Con un diagnóstico hecho a tiempo se ponen en marcha una serie de cuestiones que hacen que actuemos con la persona que tiene Alzhéimer, pero también con su cuidador.
-¿Hemos avanzado en la detección precoz?
-Hemos aprendido a preocuparnos ante ciertas cosas que antes no se entendían como síntomas y eso es importante. Lo más obvio es que empiecen a repetir cosas o que cambien objetos de sitio. Y eso quien lo detecta antes que nadie es la familia. Es el momento de acudir al médico de cabecera y empezar a actuar.
-¿En qué cuestiones concretas hay que actuar?
-Hay que intervenir con el apoyo del cuidador y generar ocupaciones. Actuando en grupo fisioterapeutas, terapeutas ocupacionales y psicólogos se puede frenar.
-¿Qué es lo que nunca debe perder de vista el cuidador?
-Lo primero que te dicen los cuidadores cuando llegan a la asociación es que necesitan estar las veinticuatro horas con la persona. Se establece lo que se llama dependencia del cuidador, que aparece sobre todo en las fases moderadas de la enfermedad, que es cuando más atención demanda la persona que la tiene. Ahí hay que intervenir: el cuidador tiene que delegar, en amigos, en profesionales... Debe continuar con su proyecto de vida. No dejar de trabajar, ni renunciar al espacio y al tiempo propios, porque eso es lo que evita el desequilibrio del entorno familiar.
Fuente: lavozdegalicia.es