La diabetes tipo 2 no sólo perjudica a su corazón, sus riñones o sus ojos. También su cerebro puede sufrir mucho a causa de esta alteración metabólica que se asocia al sobrepeso y la obesidad.
En concreto, la diabetes parece tener una estrecha relación con la demencia, como han demostrado varias investigaciones que han observado que en los pacientes con diabetes el riesgo de desarrollar Alzheimer se duplica.
Cuando se descubrió esta asociación, se pensaba que la enfermedad metabólica afectaba a la cognición por el daño vascular que lleva asociado. Sin embargo, de un tiempo a esta parte hay muchas evidencias que apuntan que, además de este impacto, la diabetes "también puede contribuir al proceso fisiopatológico de la enfermedad de Alzheimer" independientemente de su efecto sobre los vasos sanguíneos, tal y como explica Juan Fortea, secretario del Grupo de Estudio de Conducta y Demencias de la Sociedad Española de Neurología (SEN).
Un trabajo publicado esta semana en la revista Neurology aporta más datos sobre este doble lazo que une diabetes y demencia.
La investigación, liderada por científicos de los Institutos Nacionales de Salud de EEUU, demuestra que la diabetes no sólo se asocia con atrofia cerebral, sino con la acumulación de la proteína tau en el interior de las células nerviosas, uno de los daños característicos de la enfermedad de Alzheimer.
En cambio, la enfermedad metabólica no parecía favorecer el depósito de otra de las proteínas cuya acumulación cerebral se ha asociado a la enfermedad neurodegenerativa, la beta amiloide.
"Nuestros hallazgos sugieren que los efectos neurodegenerativos de la diabetes pueden ser independientes y posiblemente adicionales a los que provoca el Alzheimer, y estén dirigidos por mecanismos que promueven la acumulación neuronal de tau más que de beta amiloide", señalan los científicos en la revista médica, que reclaman más estudios que produndicen en los mecanismos implicados.
Para llegar a estas conclusiones, los investigadores estudiaron con pruebas de imagen el cerebro de unas 816 personas con una media de edad de 74 años. De ellos, 397 tenían daño cognitivo leve, considerado un precursor de la demencia, 191 tenían Alzheimer y 228 no tenían ningún tipo de problemas con la cognición. Entre todos los pacientes analizados, 124 tenían, además, diabetes tipo 2.
"La diabetes y el Alzheimer son dos de las mayores epidemias a las que ahora mismo se enfrenta la sociedad, por lo que es muy interesante conocer los mecanismos que las relacionan", señala Fortea.
La citada no es la única investigación reciente que ha arrojado nuevos datos sobre la demencia. La semana pasada, la revista Molecular Psychiatry publicó un trabajo que ratificaba una relación ya conocida, la que existe entre el sobrepeso en la mediana edad con un desarrollo precoz del Alzheimer.
Tener un índice de masa corporal (IMC) elevado en la cincuentena se asocia con un inicio temprano de la demencia, señalan los resultados de esta investigación, que concreta los efectos del exceso de peso. Cada punto de más en el IMC, muestra el trabajo, se asocia con un inicio del Alzheimer 6,7 meses antes.
Los investigadores realizaron un seguimiento durante aproximadamente 14 años a 1.394 individuos sin problemas cognitivos, a los que sometieron a evaluaciones neuropsicológicas cada dos años. En ese periodo 142 personas desarrollaron Alzheimer, y al analizar los datos, los investigadores comprobaron que había una clara relación entre el peso y un inicio precoz de la enfermedad.
Aunque los científicos no han podido determinar las causas que explican esta relación, recomiendan mantener un peso adecuado en la mediana edad para contribuir a retrasar el inicio de la demencia.
"Lo que es bueno para el corazón es bueno para el cerebro. Por eso, sabemos que promover lo que se conoce como hábitos cardiosaludables -dieta sana, ejercicio, evitar el sedentarismo, etc- resulta beneficioso también para el cerebro. Esto es especialmente importante en las edades medias de la vida, porque está demostrado que presentar factores de riesgo cardiovascular en esta etapa de la vida tiene mucho más impacto que si esto ocurre a edades más avanzadas", concluye Fortea.
Fuente: elmundo.es