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El epílogo imprescindible

relata su primera semana de caminata por la ruta que le llevará de fisterra a Jerusalén

qUIENES vayan a Santiago no deberían perderse los 90 kilómetros que separan la capital gallega del Faro de Finisterre (Fisterra en gallego), un paseo rompepiernas en plena Galicia interior para encontrase de frente con el Atlántico y llegar al Fin de la Tierra, el final de todos los caminos. Sin la masificación que se encuentra antes de Santiago, con una buena cobertura de albergues y si, además, tienes la suerte de disfrutar de una semana poco gallega como la que me ha tocado a mí, con un sol radiante de mañanas frías, el cuadro es uno de esos de los de encargo, la desconocida Galicia tropical.

en sentido inverso Eso sí, es recomendable hacer el trayecto como los seres humanos normales, al derecho y no en sentido inverso como es mi caso, porque aunque adquieres una sorprendente capacidad para ir pillando las flechitas amarillas al revés, siempre llegará el momento en el que te topes con la intersección, esos dos caminos que se abren frente a ti en mitad de un bosque de eucaliptos, en los que la flecha amarilla por donde tu vienes sirve para los dos y ahí, compañero, o esperas a que llegue alguien o te la tienes que jugar, salvo que sepas manejar a la perfección los GPS, que no es mi caso, que bastante tengo con saber encender el ordenador. Misteriosamente, he llegado a Santiago sin tener que dar un paso de más, sin retroceder ni un solo metro a pesar de las intersecciones y con los pies en perfectas condiciones.

 

Misteriosamente, he llegado a Santiago sin tener que dar un paso de más y con los pies en perfectas condiciones

Pero el proyecto es el proyecto y a lo largo de las próximas semanas, muchas, trataré de ir relatando en este espacio mi periplo desde el Fin del Mundo a Jerusalén. 7.000 kilómetros de travesía en los que iré contando pequeñas historias humanas relacionadas con el Alzheimer, ese jodido alemán ladrón de recuerdos que, ese sí, hace el camino inverso con nuestros mayores para llevarlos al mismísimo punto del nacimiento.

Historias que puedan servir de forma modesta para que quienes tengan que decidir en estas cosas, decidan de una vez por todas que el Alzheimer no siga siendo un fenómeno meteorológico inevitable, algo que sucede por una mera cuestión de edad cuando todo en esta vida se puede, y se debe, combatir.

Lo explicaba muy gráficamente el oncólogo brasileño Drauzio Varela, Premio Nobel de Medicina, cuando apuntaba que en el mundo actual se está invirtiendo cinco veces más en medicamentos para la virilidad masculina y silicona para las mujeres que en la investigación del Alzheimer: "De aquí a algunos años, tendremos viejas con tetas grandes y viejos con penes duros pero ninguno de ellos se acordarán para qué sirve", sentenciaba en su brillante frase.

Esa es la realidad con la que nos encontramos. De momento, cubiertos los 90 kilómetros de epílogo convertidos en prólogo y con las pilas cargadas para afrontar desde la ciudad compostelana la ruta de la Costa del Camino de Santiago que, por tierras lucenses, me llevará a darme otra vez de frente con el mar, esta vez el Cantábrico, para luego abordar toda la costa cantábrica hasta darme de narices con el puente de Santiago en Irun. Ultreia.

Fuente: noticiasdenavarra.com

Con la colaboración de