Te acercas a los 40 y comienzas a ver señales de alarma por todos lados: sales de casa y no recuerdas dónde pusiste las llaves; calculas con la mente lo que tocaría pagar después de una cena y la operación se convierte en un problema de física cuántica… Y en tu cabeza, como un cartel de neón, se ilumina una palabra: Alzheimer.
Perder los recuerdos, todo lo experimentado durante una vida: si hay algo que aterre más al ser humano, es llegar al final del camino y no recordar nada del trayecto recorrido. Como un folio en blanco. O una habitación vacía. Nada. Solo ausencia.
«El método Snoezelen busca ofrecer, a partir de las sensaciones, bienestar emocional a personas que no pueden gozar de él», explica la doctora en psicología y presidenta de la Asociación Española de Estimulación Sensorial y Snoezelen María José Cid.
«Uno de los casos más bonitos que recuerdo fue el de una mujer, en el Centro de Día Municipal Carmen Conde de Lavapiés. Una tarde, durante la sesión, se realizó una proyección en la sala. Las auxiliares la habían vestido con un traje de flamenca. De pronto se levantó, caminó unos pasos y se puso a bailar. Fue hermoso, emocionante».
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