"En la Universidad Europea de Valencia trabajamos desde hace dos años en detectar nuevos marcadores biológicos que nos sirvan para pronosticar rápidamente el riesgo a desarrollar la enfermedad, así como para diagnosticar el inicio de la patología. Esto permitiría tomar medidas rápidamente a través de la administración de fármacos y terapias no farmacológicas para evitar la aparición de la enfermedad, o enlentecer su desarrollo en cada caso", ha destacado de la Rubia Ortí.
Para el estudio, los investigadores cuantificaron las concentraciones de la inmunoglobulina A (IgA) y la hormona cortisol en 20 pacientes de Alzheimer en grado leve y 20 personas sanas sin deterioro cognitivo ni ninguna enfermedad crónica, como explican desde la Universidad Europea de Valencia. Añaden que el interés en cuantificar ambas moléculas se basó en que son elementos importantes tanto del sistema inmune como de la producción de estrés respectivamente, y la presencia de alteraciones en ambos sistemas se relaciona con la enfermedad de Alzheimer.
Una vez realizado el estudio, se pudo observar que existían diferencias estadísticamente significativas entre ambas poblaciones, estando más estresadas las personas sanas que los pacientes de Alzheimer; mientras que estos últimos presentaron mayor tasa de IgA que los sujetos sanos analizados, según los investigadores.
"Es decir, los pacientes de Alzheimer presentaron mayores alteraciones en el sistema inmunológico y menores tasas de estrés que los sanos, aunque con niveles todavía muy altos. Además, los pacientes que habían desarrollado dicha patología manifestaron menores niveles de cortisol y un sistema inmunológico más activo", han subrayado.
ENTRE EL 40 Y EL 60 POR CIENTO SUFRIRÁN ALZHEIMER
Según señalan desde la Universidad, en el último siglo, la esperanza de vida ha crecido "a pasos agigantados", hecho que hace que las previsiones indiquen que el 50 por ciento de los que ahora son jóvenes alcanzarán los 90 años y, de ellos, entre el 40 y el 60 por ciento sufrirán la enfermedad de Alzheimer.
Este hecho, sumado a la falta de fármacos que curen la demencia, hace "imprescindible" encontrar herramientas que faciliten un diagnóstico temprano.
Fuente: cuatro.com