Consuelo nació hace 80 años en Lugo. Es menuda y de sonrisa fácil. Llegó a Mallorca "cuando no había ni un turista, no había ni coches". Se lo explicaba ayer entre risas a Luis Osorio, un joven peruano de 14 años, que se sentó juntó a ella para eso, para escucharla. Para hacerle preguntas sobre su historia de vida y ponerla después por escrito. Ella le habló encantada de su infancia gallega, de sus trabajos en el campo, de las castañas...
Hoy Consuelo vive en la residencia de Oms-Sant Miquel de Palma para personas con algún tipo de demencia (principalmente Alzheimer). Luis acudió a escucharla y pasar un rato con ella junto a sus compañeros de 3º de ESO del IES Juníper Serra, que este año han puesto en marcha este programa de encuentro entre generaciones bautizado como Caixa de vida. La profesora Margalida Moll es la impulsora de este plan de servicio comunitario que busca "reconocer las desigualdades y necesidades de las otras personas, mostrando una actitud proactiva para inicidir y pensando en el bien común como fin último".
Un primer grupo de 24 alumnos acudió ayer a la residencia y hoy empiezan otros 24. Cada alumno ya tiene asignado un usuario de esta residencia (gestionada por la Fundación de Atención y Apoyo a la Dependencia de la conselleria de Servicios Sociales) y pasarán dos jornadas allí esta semana.
Hace unas semanas, los chavales pudieron ver fichas con información de cada usuario (gustos, aficiones, a qué se dedicaban...) y por afinidad algunos ya eligieron con quién querían estar estos días para escuchar su historia de vida y para ayudarles y estar a su lado durante sus actividades cotidianas, que en el caso de esta residencia son muchas y variadas: de clases de yoga y sesiones de fisioterapia a cenas "de gala"; conciertos de alumnos del Conservatorio o de la Banda Militar; torradas de Sant Sebastià; salidas al Parc de la Mar; talleres de repostería o de manualidades; sesiones de fotos (con ellos de modelo); e incluso terapias con periquitos o con perros.
Algunos de los alumnos asistieron ayer precisamente a una sesión con perros, en la que pudieron comprobar el cariño y las risas que despiertan estos animales en los usuarios. En algunas de las actividades participan además los familiares de los residentes.
Puertas abiertas y actividades
La persona detrás de esta política de puertas abiertas, transparencia y un programa de actividades tan completo y variopinto es Nadal Blázquez, que desde hace dos años dirige esta residencia en la que viven 96 personas, además del centro de día al que acuden cada mañana unos 20 usuarios. La media de edad es de 85 años, aunque hace tan solo dos meses que falleció "la abuelita", una residente que llegó a los 103 años y pasó los últimos diez viviendo allí.
"Queremos acabar con esa idea de residencia en la que ´se aparca´ al familiar", apuntaba Blázquez, "queremos darles una vida, no por que tengan una demencia han de dejar de hacer cosas". Por eso, el equipo de esta residencia no dudó en sumarse al programa Caixa de Vida del Juníper Serra. Romper la monotonía, estar en contacto con gente joven, recordar... todo puede sumar a la hora de alegrar el día de estas personas, además de contribuir a ralentizar el avance del Alzheimer.
Trabajo en varias asignaturas
Antes de plantarse en la residencia para sus actividades de esta semana (y antes de sentarse ante personas aquejadas de una dolencia que puede impresionar si no se conoce), los alumnos han hecho una importante labor de preparación teórica en diferentes asignaturas.
En clase de Biología los alumnos han estudiando en qué consiste el Alzheimer; en Física y Química han aprendido qué efecto tienen los medicamentos y para qué sirven; en Sociales han trabajado la empatía; en Matemáticas han aprendido trucos de magia con números para enseñárselo a los residentes...
Dentro de esta fase de preparación, el equipo psicoterapéutico de la residencia acudió el pasado miércoles a hacer una presentación del servicio y dar a los chavales algunos consejos finales. Además de Blázquez, hablaron con los jóvenes la enfermera Blanca Rubio; los técnicos en animación sociocultural Clemente Dorado y Lara Artiques; y la trabajadora social, Marga Roser.
"Yo les dije que aquí seguimos tres normas básicas para tratar a los pacientes: la paciencia; el amor; y el respeto", explicaba ayer Blázquez. Y esto se traduce también en los pequeños gestos, como hablar siempre a los usuarios poniéndose a su altura (por ejemplo, si van en una silla de ruedas, hay que hablar con ellos siempre sentados), mirarles siempre a los ojos, usar un tono agradable...
"Paciencia", insistía Blázquez como uno de los requisitos imprescindibles para tratar con estas personas mayores. Paciencia y nada de móvil durante la estancia en la residencia: "Han de dar su atención al 100%", explicó Moll. Puede parecer un reto para un adolescente del siglo XXI, pero las profesoras del Juníper Serra creen que los chavales han estado a la altura: "Algunos ya han comentado que piensan seguir haciendo voluntariado", revelaba Moll, "aprenden el valor de regalar su tiempo a otra persona".
Renuncian al smartphone por unas horas y dedican parte de su tiempo a escuchar las historias de las personas mayores; lejanas historias de épocas que a ellos les parecen casi inconcebibles (como una Mallorca sin turistas o una infancia sin televisión). De esta manera, "redescubren" a las personas mayores, las valoran, y algunos "reconectan" con sus propios abuelos.
Lo indicaba ayer Margalida Rosselló, antigua consellera del primer Pacte de Progrés y ahora orientadora del Juníper Serra. Responsable de la Comisión de Convivencia de esta instituto de la barriada de Son Cladera, Rosselló narraba que en el ambiente del centro "ya se nota mucho" cómo los chavales han interiorizado y trabajado los valores de "comprensión, generosidad y colaboración".
Como suele suceder en este tipo de proyectos, tanto en la residencia como en el instituto la clave para sacarlo adelante y lograr tan buena resupuesta ha sido la implicación de todo el equipo, según destacaron tanto Blázquez como Rosselló. Esta última subrayó que ya están pensando en repetir y señalaba incluso que no sería una mala idea "institucionalizar" este tipo de iniciativas.
Y si los jóvenes se enriquecen con este trabajo, a los mayores también se les ve satisfechos. Alguien se toma el tiempo de sentarse a su lado y de interesarse por sus vidas. Les preguntan por sus recuerdos más preciados (muchos relacionados con la infancia y la juventud, con la comida...) y se sienten importantes. No son un estorbo. "Es valorarlos como personas", resumía Blázquez: algo tan sencillo como eso; algo tan importante como eso.
"¿Le gustaba hacer deporte?", le preguntaba el joven Luis Osorio a Consuelo: "Trabajaba en el campo... ¡¿qué deporte?! El campesino no puede parar, hay que sembrar, recoger, cuidar el ganado...", respondía con gracia la gallega, rememorando sus años de trabajo en la finca con su hermano. El chaval, de 14 años, decía estar encantado con la experiencia de ayer: "Me gusta ayudarles". Admitía que es cierto que hace falta ser delicado y paciente, pero aseguraba que no cuesta tanto: "Sus historias son lo mejor".
El ejemplo de Luis y Consuelo prueba que el encuentro entre generaciones es posible, necesario y provechoso para ambas partes: todos ganan.
Fuente: diariodemallorca.es