Casi la mitad de los ancianos desaparecidos sufren alzhéimer, una enfermedad que afecta a la memoria y provoca desorientación. Según los datos que maneja la asociación SOS Desparecidos, en el 41% de los casos, las personas aparecen vivas; en otro 41%, muertas; y el 8% restante aún siguen perdidas. Como cada vez se dan más búsquedas de ancianos con alzhéimer, el Sindicato Vasco de Policía y Emergencias (SVPE), movido por el interés de sus afiliados en Bilbao, ha contactado con un rastreador profesional, Fernando Gómez, para que les instruya. «Frente a las batidas de 200 personas que no encuentran nada y eliminan los rastros que ha podido dejar el desaparecido, es más efectiva la búsqueda de alguien que sepa de esto», precisa Gómez, que está a punto de publicar su segundo libro, ‘Rastreo humano’.
El experto realizó ayer un ejercicio práctico delante de varios policías locales y agentes de otros cuerpos en el monte Kobetas. Partían de una premisa: Imanol Aurrekoetxea, de 81 años, que sufre la enfermedad degenerativa y suele llevar a su hermana Idoia todos los días el pan a las ocho y media de la mañana, ha desaparecido. La mujer ha llamado a la Policía porque son las nueve y media y no ha llegado a casa. «Cada segundo cuenta cuando una vida está en peligro, expuesta a una hipotermia o una hemorragia», explica Francisco San Pedro, formador del SVPE. En su faceta de policía asistencial, «el patrullero es el primero que interviene y eso hace que nos planteemos si tenemos las herramientas adecuadas para aplicar en esos primeros momentos».
«Las primeras 48 horas»
Frente a las prisas, el rastreador, especializado primero en animales y después en personas, propone actuar con calma hasta localizar la «huella positiva». Primero, a través de un proceso deductivo, tendrá que descartar pisadas antiguas al observar la deshidratación y las marcas que deja la fauna, como la baba de caracol o las lagartijas, con mucho cuidado de no contaminar la escena con sus propios pies. El camino de Kobetas donde se realizó la búsqueda simulada, junto a una cantera, está empinado y cubierto de piedras y charcos. Al cabo de diez minutos, el experto, valiéndose de la vista, el tacto y el olfato, identifica una huella de calzado buena, que será la que le guíe hasta el final. «Bilbao cuenta con una extensa zona rural donde suelen producirse las pérdidas», advierte San Pedro. «Lo más complicado sería buscar una huella sobre el asfalto».
Uno de los policías explica que la noche anterior se han encontrado con un caso similar de un hombre de 52 años, vecino de Getxo, que después de someterse a una prueba médica en Bilbao, denunció que le habían robado la documentación. Y después desapareció.
«Las primeras 48 horas son decisivas», advierte Fernando Gómez. A partir de ese momento, las posibilidades de encontrar viva a la persona disminuyen debido a una posible hipotermia o desnutrición. Según algunos estudios, los ancianos no suelen andar más de tres kilómetros y en algunos casos han sido encontrados a sólo 300 metros de su casa por sus familiares, cuando había 300 voluntarios y policías batiendo las inmediaciones. «Todos buscan a una persona, nosotros un indicio de presencia», señala el rastreador, que se fija en las pisadas, en las piedras movidas... Con tres huellas se puede calcular la estatura del individuo.
¿Cómo es posible que cueste encontrar a un anciano que tiene problemas para desplazarse y que suele realizar siempre el mismo recorrido? En el supuesto de ayer, el hombre se había desviado para orinar y terminó despeñándose por un terraplén. «En la era de la tecnología, esto supone volver a lo primitivo, a lo más básico», zanja Gómez.
Fuente: elcorreo.com