Uno, dos, tres. Un nuevo caso de Alzheimer acaba de ser diagnosticado en algún lugar del mundo. Uno, dos, tres: otro. Así, hasta alcanzar los casi diez millones de nuevos casos diagnosticados en el año 2015 en el planeta. Una cifra apabullante que refleja claramente cómo la comunidad científica se enfrenta a un reto de proporciones colosales, la enfermedad neurodegenerativa que se considera, sin duda, la gran epidemia del siglo XXI.
Este miércoles se celebra el Día Mundial del Alzheimer y las perspectivas no son demasiado positivas. El envejecimiento de la población y otros factores todavía no exactamente determinados (entre lo ambiental y lo genético) han acabado por convertirse en aliados formidables para la expansión de la enfermedad.
En España el Alzheimer es ya la séptima causa de muerte y afecta a casi el 50% de la población que alcanza los 85 años y, según los últimos estudios del Ministerio de Sanidad, al menos la padecen, en distintos grados, uno de cada diez mayores de 65 años.
Cifras que son siempre difíciles de obtener y precisar cuando más se concreta en un territorio. En el caso de Castilla y León, las estimaciones de la Consejería de Familia e Igualdad de Oportunidades apuntan a que más de 60.000 personas padecen Alzheimer o algún tipo de demencia neurodegenerativa.
Un grave daño para el tejido social y familiar de los territorios, ya que estamos ante una de las enfermedades de más alto impacto en la calidad de vida no solo de los pacientes, sino también de las familias. De buscar algo de luz se encargan medio centenar de equipos de investigación punteros repartidos por distintos lugares de España (también con nodos importantes en Castilla y León, como el Instituto de Neurociencias o el IBSAL) y, además, en Salamanca se encuentra el Centro de Referencia Estatal de Alzheimer y otras Demencias (CRE), que tiene como principal fin promover la mejora de la atención de las personas con la enfermedad y también de sus cuidadores.
Y es que la directora del CRE del Alzheimer, María Isabel González Ingelmo, destaca que «hay un frente de batalla contra la enfermedad que tiene que librarse en los laboratorios científicos, pero hay otro que corresponde al ámbito sociosanitario, donde tenemos que buscar estrategias que permitan mejorar la calidad de vida de los pacientes».
Ahí es donde el centro estatal está desarrollando un trabajo más intenso, investigando con música, con animales, videoconsolas e, incluso, robots en busca de efectos positivos que permitan frenar la aparición de los peores síntomas de demencia.
La directora del centro explica que, desgraciadamente, hasta el momento no hay un arsenal de medicamentos que se haya mostrado eficaz contra la enfermedad (seguramente porque aún no se ha conseguido avanzar lo suficiente en el diagnóstico temprano y los tratamientos se aplican cuando el Alzheimer se encuentra en fases avanzadas), por lo que la gran esperanza para al menos ralentizar el avance del síndrome siguen siendo los tratamientos no farmacológicos.
Más de 60.000 personas padecen algún tipo de demenciaen la comunidad
Desde la puesta en marcha del centro, se ha avanzado de manera muy notable a la hora de constatar la eficacia de varios aspectos como el estado de ánimo, el mantenimiento de las actividades cotidianas o la estimulación cognitiva a la hora de conseguir enlentecer la aparición de las fases más agresivas.
En algunos casos, incluso estas terapias apuntan a mejorías en algunos síntomas e incluso la capacidad de estabilizar completamente al paciente en periodos superiores a los seis meses sin necesidad de recurrir a psicofármacos.
Desde su puesta en marcha, el CRE Alzheimer ha tratado de medir cuáles de estas terapias eran más efectivas para generar su expansión en residencias y asociaciones de familiares de enfermos. Entre las investigaciones más novedosas que se están desarrollando en estos momentos, destaca la aplicación de tablets con el fin de estimular la capacidad cognitiva de los enfermos, al igual que el uso de dispositivos wii, cuyos efectos positivos han sido reconocidos a la hora de generar bienestar en los enfermos, aumentar su interacción social y reforzar funciones como el razonamiento, la memoria, la atención o la orientación.
Asimismo, se está aplicando un robot de inteligencia artificial (PARO) donado por la Fundación Reina Sofía, que está generando efectos muy positivos a la hora de mejorar la calidad de vida de las personas afectadas por Alzheimer, reduciendo síntomas como la depresión o la apatía.
Además de la aplicación de dispositivos tecnológicos, el centro también ha desarrollado varias fases de un proyecto de investigación nacional muy ambicioso, que mide los efectos positivos en la evolución de la enfermedad de mantener ‘ocupados’ a los enfermos con actividades de la vida cotidiana que pueden realizar.
En el centro se ha creado una zona residencial adaptada, que permite a los pacientes que participan en la investigación seguir desarrollando sus capacidades (por ejemplo, tareas domésticas, hacer la comida, vestirse). González Ingelmo explica que esta corriente procede de investigaciones en los Estados Unidos que han constatado que «cuando una persona deja de hacer cosas que eran cotidianas, se vuelve extremadamente vulnerable y ese desánimo se traduce en su aislamiento social y en un deterioro psíquico y físico».
Establecer hasta dónde puede llegarse con estas terapias y trasladar los resultados a la sociedad es ahora mismo el gran reto de centros como el de Salamanca.
Fuente: elnortedecastilla.es