La imagen del asilo con ancianos descuidados, aburridos, casi amortajados en vida, es una generalización injusta en el subconsciente colectivo. Dice Antonio Rodríguez, gerente del Benito Menni, que «existe un estigma en cuanto a la institucionalización de las personas», que lo que se debe hacer, antes de tomar la decisión de ingresar a alguien en una residencia de mayores, es «preguntarle cómo se encuentra».
«El hecho de vivir en un centro sociosanitario no limita la autonomía personal», asegura Rodríguez. O no necesariamente. Porque a veces los límites, sobre todo en los casos de mayores que viven solos, son más duros cuando no se tiene a alguien con quien contar. «Cuando una persona viene voluntariamente, por los motivos que sea, conoce compañeros, descubre actividades. No se limitan ni eliminan las actividades que les gustan». Y cada vez más se dan casos de personas que se han quedado solas.
«La imagen de centros residenciales como lugares de abandono de las personas mayores no tiene que ser la percepción de la persona que se queda como residente. En la medida en que su capacidad física y cognitiva lo permitan, intentamos que se cumplan sus deseos», asegura el responsable del centro. Además hay otras consideraciones a tener en cuenta, claro. La creciente presencia de enfermedades como el alzhéimer en nuestra sociedad lo complica todo más aún. «Hay que ver en qué circunstancias está cada persona. En el Menni hay unidad de demencias, 26 plazas concertadas con servicios sociales y el resto privadas. Porque a veces hay un límite al que no llega ni el profesional que va a casa. A pesar de que esta comunidad autónoma está muy avanzada en asuntos de dependencia, hay gente que requiere cuidados las 24 horas».
Fuente: elnortedecastilla.es