El alzhéimer es una enfermedad neurodegenerativa, es decir, causada por una destrucción progresiva de las neuronas cerebrales. Una enfermedad que se corresponde con el tipo más común de demencia y que, ya a día de hoy, padecen cerca de 30 millones de personas en todo el planeta. Es más; de acuerdo con las estimaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS), la cifra global de afectados se elevará hasta los 53 millones en poco más de tres décadas. Sin embargo, y a pesar de la multitud de estudios realizados, aún no se ha descubierto ningún tratamiento que resulte eficaz una vez se presentan los síntomas de la enfermedad. De ahí la importancia, crucial, del diagnóstico precoz del alzhéimer, lo que posibilitaría una mejor atención y tratamiento de los pacientes ya desde las fases iniciales de la patología. Y en este contexto, investigadores del Centro Alemán para las Enfermedades Neurodegenerativas en Múnich (Alemania) parecen haber encontrado un biomarcador que permite detectar la enfermedad de Alzheimer varios años antes de que se manifiesten los primeros síntomas de la demencia.
Concretamente, el estudio, publicado en la revista «Science Translational Medicine», muestra que los cerebros de los individuos con predisposición genética a desarrollar el alzhéimer experimentan reacciones inmunes anómalas que pueden ser detectadas incluso siete años de que aparezcan los síntomas. Y para ello, tan solo hay que medir la cantidad de una proteína denominada ‘receptor activador 2 expresado en las células mieloides’ (TREM2) en el líquido cefalorraquídeo.
Predecir los síntomas
Las ‘células de la microglía’ son el tipo específico de células inmunes encargadas de proteger y velar por el cerebro. Así, y ante la presencia de un ‘cuerpo extraño’, caso de un microorganismo patógeno, estas células de la microglía activan una respuesta inflamatoria para destruir al invasor. Sin embargo, parece que estos procesos inflamatorios también participan, a la larga, en el desarrollo del alzhéimer.
Para llevar a cabo el estudio, los autores contaron con la participación de 127 personas con una edad promedio de 40 años y que, si bien presentaban la referida predisposición genética para desarrollar el alzhéimer, no mostraban ningún síntoma de demencia ni de deterioro cognitivo.
Los investigadores analizaron la actividad inmune en los cerebros de los participantes. Y para ello, analizaron los niveles de TREM2 en el líquido cefalorraquídeo, pues ya se sabe que las células de la microglía liberan esta proteína durante su actividad inflamatoria.
Los resultados mostraron una progresión creciente de los niveles de TREM2 en el líquido cefalorraquídeo. O lo que es lo mismo, un aumento gradual de la actividad inmunitaria en el cerebro. De hecho, este incremento de la actividad de la microglía ya resultó patente incluso siete años antes de que aparecieran los primeros síntomas del alzhéimer, hasta el punto de que los autores fueron capaces de predecir con precisión el momento en el que se presentarían los síntomas a partir de la evolución de los niveles de TREM2.
Como explica Christian Haass, co-director de la investigación, «la actividad de la microglía es estimulada por la muerte de células cerebrales, no por acumulación de las placas de beta-amiloide que también tiene lugar en la enfermedad de Alzheimer. La microglía puede tener una función protectora, pero esta función se va deteniendo a medida que la enfermedad progresa. Por lo tanto, nuestro objetivo es encontrar fármacos para aumentar la actividad de esta microglía».
Más allá de los genes
En definitiva, los resultados muestran la eficacia de TREM2 para la detección precoz de la enfermedad de Alzheimer y para la predicción del momento en que se desarrollará la demencia. Pero este nuevo biomarcador, ¿es válido para todos los pacientes o solo para aquellos con una predisposición genética a padecer la enfermedad? Pues según destacan los autores, resulta útil en todas las formas del alzhéimer, heredables o no.
Como concluye Michael Ewers, co-director de la investigación, «hay un gran número de similitudes entre la forma heredable de la enfermedad de Alzheimer y la denominada ‘variante esporádica’, muchísimo más común. Los niveles de TREM2 pueden utilizarse como biomarcador para evaluar la actividad inmune según progresa la enfermedad, con independencia de que sea o no genética. Además, TREM2 también podría tener utilidad como marcador terapéutico para evaluar la respuesta farmacológica. Unas posibilidades que investigaremos en el futuro».
Fuente: abc.es