A simple vista parece un peluche sacado de cualquier juguetería pero, a medida que entra en contacto con una persona, cobra vida y recrea movimientos y sonidos reales. Se trata de la foca Nuka, un bebé-robot que en sí mismo es un programa de rehabilitación cognitiva que se utiliza en diferentes terapias con personas mayores que padecen demencias o trastornos depresivos. Ayer fue presentada en el centro de día de Vitalia en Sevilla por Catalina Hoffmann, presidenta del Grupo Vitalia y referencia en el sector de la tercera edad. Nuka fue creada por un ingeniero de robótica japonés para acompañar a los hijos únicos, con carencias afectivas y con un mundo interior demasiado complejo que no compartían con nadie en casa. «Nuka es afable, tiene el mismo tamaño que una foca bebé y emite los mismos sonidos. En principio, no provoca ningún rechazo, a diferencia de otras terapias con animales reales, como caballos, que sí pueden generar miedo», asegura Hoffmann, quien remarca que varias investigaciones clínicas «han demostrado que el cerebro mejora si se utiliza en las terapias».
Nuka identifica si una voz humana está triste o alegre y también tiene sensibilidad motora, puesto que reacciona de forma diferente dependiendo del lugar donde se le acaricie. Si se abraza, por ejemplo, tiembla produciendo una reacción muy similar a la de los seres humanos. También abre y cierra los ojos, interactuando con las personas. De esta manera, los mayores pueden tratarla como una auténtica mascota, produciendo ventajas a nivel sensitivo y emocional. «La mejoría en el estado de ánimo es un hecho», sostiene Hoffmann.
Un ejemplo de los efectos de esta foca-robot es el de Juana Valentín, usuaria del centro Vitalia que padece alzheimer y un síndrome ansioso-depresivo. Según la terapeuta que la acompaña, «llegó al centro con mucho miedo, sin hablar apenas con nadie. La tocaban y se asustaba, por lo que apenas interactuaba». Ayer, Juana se mostró sonriente en todo momento junto a Nuka, a la que acariciaba y le hablaba. Incluso se arrancó a cantarle. «Ahora la vemos sonreír de esta manera gracias a Nuka», asegura Hoffman.
La metodología consiste en dos sesiones semanales de 25 minutos, a veces de manera individual y otras con dos o tres personas. Se hace un saludo inicial y luego se trabajar el lenguaje y los segmenos corporales. «Es una terapia que no causa frustración», asegura la terapeuta.