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La clave es coordinar la atención primaria con la neurología

Las asociaciones de familiares persiguen que se evite ese tiempo de espera tan prolongado hasta que hay un diagnóstico

La Sociedad Española de Neurología (SEN) calcula que en nuestro país unas 600.000 personas padecen Alzheimer. De ellas, entre un 30 y un 40 por ciento no lo saben o están sin diagnosticar. ¿Por qué? Según el doctor Alberto Galiana, especialista del servicio de Neurología del Hospital Nuestra Señora del Prado de Talavera de la Reina, «los cambios iniciales son discretos».

Galiana explica que a menudo el enfermo parece diferente a quién es, menos capaz, menos involucrado y menos adaptable. Progresivamente van apareciendo más síntomas: pierde interés en sus aficiones, no pone atención en las cosas, no puede concentrarse, no sigue una conversación y no toma decisiones correctas. También pueden aparecer cambios de humor, como irritabilidad, recelos y tendencia a malinterpretar cosas. «Todos estos cambios son difíciles de determinar precozmente y se suelen identificar más tarde, al recordar cómo empezó todo», dice.

Cosas «muy rara»

William Trevor recuerda que en el caso de su madre «cuando yo iba a su casa notaba cosas muy raras. Lo primero son despistes, la higiene. Recuerdo un día la cartera en la cacerola o la idea de comprar lo mismo todos los días. En mi casa había una barbaridad de cubos y barreños. También repetía mucho las cosas, hablaba mucho de lo antiguo. La hicimos unas pruebas, fuimos al neurólogo y ya salió».

Según el doctor Galiana, «por lo general, los enfermos no son muy conscientes de lo que les sucede». De hecho, aporta Aurora Ortíz, presidenta de Fadecam (la Federación de Asociaciones de Personas con Alzheimer de Castilla-La Mancha), cuando se acude al médico es porque los síntomas ya son «bastante evidentes».

A lo cual se suma la falta de coordinación entre los profesionales de atención primaria y los neurólogos. «Los médicos de atención primaria, salvo que personalmente hayan tenido algún caso, no tienen ni idea», dice Trevor, y esa es precisamente una de las reivindicaciones de Fadecam. Demandan que el médico de atención primaria escuche al paciente, pero también al familiar, y le derive de inmediato al neurólogo. «Tratamos de evitar ese tiempo de espera tan prolongado», dice Aurora Ortíz.

Otra de las demandas es que los enfermeros y los trabajadores sociales de atención primaria tengan conocimientos sobre el Alzheimer y puedan ayudar en las fases iniciales mediante terapias no farmacológicas y talleres.

Dependientes del dinero

La economía es otro de los hándicaps a mejorar. En Castilla-La Mancha hay 31 asociaciones de afectados de Alzheimer que atienden a unos 1.300 pacientes y 2.500 familiares. Fadecam agrupa a todas estas asociaciones y su presidenta dice que, a pesar de haber notado los recortes en los últimos años, la Consejería «no nos ha abandonado». Se han mantenido las subvenciones, aunque más reducidas. Un ejemplo es el programa «Respiro Integral Terapeútico», que se realiza en los balnearios Baños de Benito, en Albacete, y Las Palmeras, en Villafranca de los Caballeros.

La visión de William Trevor es más crítica. Expone como algo sorprendete (para mal) que en la región no haya un centro público de referencia sobre el Alzheimer, ya que todas las asociaciones son privadas. Dicho de otro modo: cuestan un dinero y el acudir a ellas depende de la capacidad económica de cada cual. «Muchos enfermos dejan de tomar la medicación porque no pueden pagarla», dice Trevor, quien también pone el foco en los familiares que se vuelven cuidadores: ¿De qué forma se sustentan económicamente? ¿Cómo se reenganchan después a su sector?

Fuente: abc.es

Con la colaboración de