La pintora Virginia Bersabé (Córdoba, 1990) lleva cinco años retratando a ancianos que padecen alzhéimer, a los que ha dedicado docenas de óleos, infinidad de dibujos y varios grafitis en muros de cortijos abandonados próximos a su ciudad, Écija (Sevilla).
"Tengo interés por la memoria y por la gente mayor. Me preocupa que nos olvidemos de los mayores. Para mí son muy importantes, porque me he criado con mi abuela María del Valle", ha dicho la artista sobre las motivaciones que le han llevado a centrarse en el asunto del alzhéimer y a hacer de esta enfermedad el tema casi exclusivo de su creación artística.
Su abuela María del Valle se ha convertido en su principal modelo durante estos años, en los que ha pasado muchas horas con ancianos -su madre trabaja en una residencia de ancianos-, de los que dice haber aprendido "la paciencia" y "a disfrutar del tiempo; ellos saben disfrutar cada momento y pueden dedicarte cuatro horas para tomarse un café contigo".
El tema de su pintura ha causado extrañeza a la gente de su generación -"me preguntan que por qué pinto abuelas cuando puedo pintar jovencitas", ha explicado-, y desde hace tres años sólo retrata a ancianas.
"Hay pocas mujeres que hayan pintado a mujeres; trato de elevarlas un poco, porque, además de mujeres, son mayores, y a las personas mayores se les hace poco caso", una situación que, unida a una enfermedad como el alzhéimer, que las desconecta del mundo y las incomunica, redunda en su olvido.
La poética de Virginia Bersabé, pintora ambidiestra, es la de la cotidianeidad, donde suele retratar a sus modelos, sentadas en sus mecedoras, en sus hogares, en sus patios y cocinas.
Aunque en cortijos abandonados en las afueras de Écija ha hecho grafitis de hasta cuatro por cuatro metros con rostros de ancianos aquejados de alzheimer, últimamente en sus lienzos, trata de "borrarles el rostro", porque sus modelos le interesan "como paisaje".
Esta circunstancia es la que menos entienden sus modelos, algunas de las cuales le preguntan que, si posan para ella, por qué no les pinta la cara: "Tiendo a borrarles el rostro, porque, en cuanto metes un retrato en un cuadro, el interés se limita a ver quién es y si es fulanita".
Su abuela María del Valle, que no padece alzhéimer pero sí unas neuralgias que la incapacitan temporalmente, puso el grito en el cielo cuando le dijo que pretendía pintarla desnuda.
"A mi abuela, que pintáramos a modelos desnudos en la facultad ya le parecía una locura; pero con el tiempo ella misma se ha desnudado mentalmente" y, finalmente, ha accedido a posar de ese modo, con lo que la artista está ahora trabajando en dos óleos.
Además de aprender de la paciencia que tienen, este trato continuado de cinco años con ancianos le ha permitido a la pintora "encontrar a muchas personalidades" y formas de relación alejadas de las de la gente de su edad: "Te reciben ofreciéndote un café y pastelitos".
Con 19 años empezó a fotografiar y a pintar a los primeros ancianos aquejados de alzhéimer y con 16 hizo su primer grafiti, una edad que considera avanzada para iniciarse en esa técnica.
Virginia Bersabé celebra ahora su quinta exposición individual, primera en el extranjero, con treinta obras, en Argel, y también participa con una docena de obras en la tercera Bienal de Orán.