Ni la genética ni la edad explican por sí solas los casos de alzhéimer en el mundo. Muchas personas con predisposición genética a la enfermedad nunca llegan a desarrollarla y millones de mayores tienen la suerte de que la enfermedad de Alzheimer nunca se cruce en sus vidas. Hay algo más, algo que explica por qué unos sí y otros no. Ahí es cuando la ciencia gira su mirada hacia los factores modificables como la dieta o la actividad física para intentar explicar la enfermedad.
Se considera que algunos patrones alimentarios como la dieta mediterránea disminuyen el riesgo de enfermedad de Alzheimer. Incluso se ha diseñado una dieta, llamada MIND, que según sus investigadores logra disminuir hasta en un 53% el riesgo de alzhéimer en aquellos que la seguían de forma rigurosa. Pero, ¿puede suceder lo contrario, que un estilo de alimentación aumente las posibilidades de padecer alzhéimer?
Nada es seguro, pero según las pocas evidencias que hay hasta el momento la respuesta es afirmativa. Una reciente investigación de científicos de la Universidad de Tufts, en EE.UU, publicada en la revista Nature Scientific Reports exploró el efecto que la llamada dieta occidental podía tener en el cerebro de ratones modelos de enfermedad de Alzheimer y otros ratones sanos y los resultados son muy llamativos.
Fuente: 2ti.es