La llaman la enfermedad del olvido. Y es que empieza así. Por pequeños olvidos. Un día escuchamos «no recuerdo dónde dejé la cartera» o «ese rostro me parece conocido, pero no recuerdo el nombre». Llegamos hasta a hacer bromas diciendo que se trata del Alzheimer. Pero para las personas que conviven días y años con esta enfermedad, los olvidos dejaron de ser un chiste porque marcan el inexorable deterioro de un ser querido.
Se calcula que en España existen 800.000 enfermos de Alzheimer y en La Rioja se acercan a los 5.000. Hay diversas teorías sobre los orígenes de la demencia senil pero ninguna se considera todavía como definitiva. Lo que sí es cierto es que se manifiesta con el paso de los años. Normalmente suele aparecer a partir de los 65 años, pero no es extraño encontrar enfermos prematuros de 50, 40 o incluso menos años. En todo caso, a mayor edad hay mayor probabilidad de padecer la enfermedad. El Instituto Nacional de Estadística (INE) prevé en España hasta 2.400.000 afectados de Alzheimer en 2050.
Pero, si para el enfermo llega el olvido, hasta el punto de no reconocer a sus seres más cercanos, para los familiares la situación es muy diferente. Tienen que convivir con la progresiva pérdida de memoria y de otras capacidades, tanto mentales como motrices, así como con los cambios en la conducta del enfermo. Quienes más sufren y se desgastan son los familiares directos porque reciben una carga psíquica enorme y requieren de apoyo y ayuda especializada.
Además necesitan ayuda legal, porque un primer paso en el tratamiento del Alzheimer es la incapacitación judicial del enfermo, la designación de un tutor y del régimen de tutela. Pero, dentro de esta normativa legal, también hay puntos que causan polémica. En fecha reciente, la Confederación Española de Organizaciones de Mayores (CEOMA) señaló que el uso indebido de sujeciones físicas -como correas y ataduras- o químicas -fármacos psicotrópicos- en mayores o personas con Alzheimer sin contar con autorización judicial supone un atentado contra sus derechos fundamentales recogidos en la Constitución.
En el mismo sentido se expresó el fiscal delegado para la protección y defensa de los derechos de las personas mayores de la Fiscalía General del Estado, Jorge Sena, quien expuso que «la sujeción es una vulneración de un derecho tan fundamental como es la libertad y, en aquellos casos en los que es necesaria, no basta el mero informe pericial por parte del médico, sino que es necesaria la autorización judicial».
Sin embargo, en la práctica la situación es muy distinta. La línea divisoria entre la vulneración de la libertad del paciente y el deber de protegerlo de sí mismo es muy difusa. Esperanza Moraga Herce, coordinadora de programas de la Asociación de Familiares de Enfermos de Alzheimer de La Rioja (AFA-Rioja) asegura que, hasta el momentos, en esta comunidad autónoma no se necesita la autorización de un juez para poder sujetar o atar a un enfermo ya que con la autorización de un familiar es suficiente.
«Yo no estoy de acuerdo con atar a ningún enfermo. La sujeción es diferente: se le puede tener sujeto pero dándole libertad. Hay que sujetarlos porque eso evita el riesgo de caídas». En cualquier caso se utilizan sábanas especiales que, sin impedirles la libertad de movimientos en la cama, no les permiten levantarse. También hay sillas geriátricas con su mesa por delante para poder darles la comida.
«Medicado, antes que atado»
Otra forma de mantenerlos tranquilos es a través de la medicación, la cual determina el neurólogo y, en ningún caso, se requiere una autorización judicial. «A veces es mejor tenerlo un poquito medicado, antes que atado. Otra cosa es dejar a un enfermo totalmente dopado que sea incapaz de levantarse de la cama. Gracias a Dios las personas que llegan a la Asociación son personas que se preocupan de su enfermo y lo que no quieren, precisamente, es tenerlo atontado ni drogado».
Lo que está muy claro es que al enfermo de Alzheimer hay que sujetarlo. Señala Esperanza Moraga que en los centros de día y residencias riojanas los familiares de los enfermos deben firmar un papel en el que se les informa que el paciente va a estar atado por su propia seguridad. «No se puede utilizar un auxiliar para un solo enfermo, porque si tienes veinte agresivos, es inviable. En los domicilios se hace especialmente en las noches para que puedan dormir, tanto el enfermo como los familiares».
Además resultaría ilógico esperar una autorización judicial para poder sujetar a un enfermo cuando éste tiene un episodio de agresividad. «Hay que saber cuánto tiempo puede tardar desde que tú solicitas al Ministerio Fiscal el poder atar tu enfermo hasta que te responden porque en ese tiempo, una semana o dos meses, ya se ha podido pasar la fase de agresividad que unas veces dura una semana, pero otras dura un año».
Fuente: elcorreo.com