Antes solo podía hacerse un diagnóstico de alzhéimer cuando el paciente tenía síntomas clínicos. Es decir, tarde. A día de hoy, y tras décadas de investigación, existe consenso en que puede detectarse esta enfermedad de forma precoz en base a biomarcadores. No es algo que se haga en la clínica —en donde solo se aplica a enfermos con demencia avanzada—, pero sí en investigación. El biomarcador se establece a través de una punción lumbar en la que se extrae líquido cefalorraquídeo para medir los valores de dos proteínas: beta-amiloide y tau. Si están alterados, se entiende que habrá enfermedad de Alzheimer. Pero esta premisa no es inamovible.
El investigador Alexis Moscoso ha llevado a cabo un estudio en el servicio de medicina nuclear del CHUS, dentro del proyecto Early2Alz para el diagnóstico precoz del alzhéimer, que demuestra que los biomarcadores no lo son todo a la hora de desarrollar la enfermedad. «Nos encontramos con que la evaluación neuropsicológica da valor predictivo. Es decir, aún teniendo el perfil más malo de todos en los biomarcadores, si el test neuropsicológico es bastante bueno, tendrás la mitad de probabilidades de progresar la demencia a medio plazo», explica Moscoso.
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