El alzhéimer no es una enfermedad hereditaria. Tan solo en torno al 1 y el 5% de los afectados la padecen por herencia genética. Son casos muy poco frecuentes, y normalmente se desarrollan en edades tempranas, antes de los 65 años. Para la mayoría aún se desconocen las causas por las que esta demencia afecta al cerebro de las personas. Sin embargo, se sabe que la carga genética sí ejerce influencia, por lo que aquellos que poseen antecedentes familiares con alzhéimer tienen más opciones de padecer la dolencia que el resto.
En la familia materna de Adela González el azlhéimer ha ido pasando de generación en generación. Su abuela lo padeció, y también su ama, que murió hace apenas cinco años. Desde hace tres su tía, hermana de su madre, también vive con la enfermedad. La periodista guipuzcoana es consciente de que los genes juegan en su contra, pero asegura que se lo toma «con una naturalidad pasmosa. Aunque espero que la saga no continúe».
Las preguntas sobre si ella podría llegar a padecer esta demencia no llegaron hasta que su madre la desarrolló. «Cuando le ocurrió a mi abuela yo era una niña, y ni me lo planteaba. Además, entonces ni siquiera existía el alzhéimer. Se le llamaba demencia senil a todo». Con 68 años, su madre empezó a dar señales que alertaron a la familia de Adela. «Tenía pequeños despistes. Cuando iba a su casa veía cosas que estaban cambiadas de sitio, y empecé a sospechar». Casualmente, hacía unos días que había entrevistado al neurólogo guipuzcoano Gurutz Linazasoro, y le pidió una cita para que valorara la situación de su madre. «La llevamos engañada, para que ella no se 'comiera el coco'. Fue a la consulta del médico digestivo, y éste, que estaba compinchado, le recomendó visitar al neurólogo», recuerda Adela. El diagnóstico fue inmediato.
«Es muy duro», reconoce, «porque ellos son conscientes de que algo les pasa. Mi ama me decía: 'No sé si estoy perdiendo la cabeza, se me olvida para qué sirven las cosas'. Además hay un punto en el que no lo quieren reconocer, y eso lo causa el terror, el miedo a pensar 'qué me está pasando'».
«Se les empiezan a olvidar las pequeñas cosas de la vida cotidiana», señala Julen Rodríguez. Su abuelo, que falleció hace dos años y medio, padeció demencia senil en sus últimos años de vida, en los que tampoco reconocía a sus familiares. «Es un poco triste ver ese deterioro en personas con las que hacía apenas unos meses hablabas de todo como si nada». Su aitona y su amona solían ir habitualmente a pasear por Donostia. «Le empezamos a notar que andaba un poco torpe, y nos entró miedo», apunta el joven oiartzuarra. «Se le olvidaban las cosas y nos hacía preguntas como si había comido ese día o no».
Poco a poco el abuelo de Julen dejó de hablar, y tampoco podía caminar. «Pero tenía puntos muy lúcidos», asegura su nieto. «De repente se acordaba de cosas que había vivido con mi abuela hace muchos años. Recuerdo que en sus últimos meses, cuando veía a mi abuela, a veces le decía: '¡Ay! ¡Ven aquí, dame un beso'. No sabía quien era pero sí que era una persona a la que quería». «Mi madre también se acordaba mucho del pasado», apunta Adela. «Ella sabía francés, y un día le vino a la cabeza y me cantó una canción en ese idioma».
Tanto la familia de Julen como la de Adela se volcaron en los cuidados de sus parientes. «En mi familia somos una piña, siempre estamos juntos. Tratábamos de darle mucho afecto, de estar siempre pendientes de él. Lo importante cuando están tan mal es que se vayan bien, con el recuerdo de que le han querido mucho», afirma Julen.
«Ellos no saben quién eres, pero saben que les quieres», añade Adela. «Si alguien tiene algún familiar con alzhéimer que le abrace, que le bese, y que le dé cariño constantemente. Porque eso lo notan».
Reconocen, sin embargo, que este tipo de enfermedades son «horrorosas para el que las sufre, pero sobre todo para su entorno». Adela cuenta que obligaban a su abuelo a salir a tomar un café con sus amigos, «porque si no son dos las vidas que se pierden. Es muy importante que tengan su tiempo».
Los miedos
Los dos son conscientes de que el hecho de tener parientes que han padecido algún tipo de demencia aumenta las posibilidades de que ellos también lleguen a sufrirla en el futuro. Un hecho al que le dan la importancia «justa». «La influencia de la genética es un simple porcentaje, y aunque tengamos más posibilidades, no significa que vayamos a padecerlo. Por parte de mi padre, además, mi familia es muy longeva, así que quién sabe si me tocarán los genes de ese lado».
Adela recuerda que el alzhéimer es una enfermedad que le puede tocar a cualquiera, más allá de si se tienen antecedentes en la familia o no. «Los que estén leyendo esta entrevista pueden tener los mismos 'boletos'», señala la periodista. «Además estamos hablando del alzhéimer, pero desgraciadamente las enfermedades nos rodean. ¿Quién no conoce a alguien de su entorno que haya fallecido de cáncer?». «Mira, reconozco que eso me preocupa más», le responde Julen, a quien la muerte por cáncer de su abuelo paterno le generó mucha «inquietud». Mucha más de la que le provoca pensar que dentro de muchos años (tiene 24), pueda padecer demencia como su abuelo. «Nos puede tocar a cualquiera, todos vamos a morir de algo, y por el momento no es algo que me obsesiona».
¿Y si les tocase? ¿Qué es lo que más miedo les provoca? «Olvidarme de la gente, no reconocer a quienes han sido importantes en mi vida. Es lo que más me agobia», asegura Julen. Por su parte, Adela no puede evitar emocionarse al pensar en sus hijos. «Me quedé embarazada seis meses después de que mi madre muriera, y ella no pudo conocer a sus nietos. Lo que más me asusta es no poder ver crecer a mis hijos, no poder ayudarles en su vida. Eso me apena mucho», dice sin poder contener las lágrimas.
«Mi cuerpo, mi templo»
A pesar de que el alzhéimer es una macabra lotería, existen ciertas medidas de prevención que pueden contribuir a retrasar la aparición de la enfermedad. Está demostrado que unos hábitos de vida saludables, tales como llevar una dieta sana y hacer ejercicio, además de evitar tóxicos como el alcohol o el tabaco, contribuyen a tener un cerebro más sano. «Yo me cuido para estar bien ahora, pero soy consciente de que esto también tendrá influencia en mi salud en un futuro», afirma Adela. Julen reconoce que debería dejar de fumar y hacer algo de ejercicio. «No soy nada deportista, sé que tengo que cambiar mis hábitos». «Es que el cuerpo es nuestro templo», le apunta la periodista, que trata de que sus hijos tengan una alimentación saludable. «No les doy bollería industrial, y apenas comen chuches o gusanitos. Espero que cuando sean mayores esto les haya servido para saber llevar una vida sana».
Los expertos han demostrado que tener un cerebro activo también contribuye a poder retrasar la aparición de demencias en edades avanzadas. «Yo cuando estoy en directo en el plató estoy con el cerebro a tope, lo someto cada día a mucha presión». Aunque es consiente de que tener una vida cerebrosaludable no garantiza que la enfermedad no aparezca. «Mira Pascual Maragall o Ronald Reagan, personas con un trabajo cerebral brutal, y acabaron desarrollando alzhéimer», recuerda Adela, quien afirma que seguirá trabajando «para que si me toca, lo haga lo más tarde posible. ¡Quiero disfrutar de mi jubilación!».
Fuente: diariovasco.com