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La medicina buena es la que cura, aquí y en la China Popular

Una acumulación de conocimientos milenaria, que trata a las personas como seres únicos y que utiliza productos naturales para curar. Estos atributos de la medicina china tradicional (MCT) resultan atractivos para muchas personas que, en Occidente, la utilizan como alternativa a la medicina convencional y las frustraciones que producen sus limitaciones. Además, si se observan revistas científicas importantes, solo en las últimas semanas se pueden encontrar en publicaciones de impacto estudios con resultados prometedores que utilizan remedios propios de la medicina china.

Un artículo publicado en Current Biology este mes, mostraba que, en modelos animales, un compuesto encontrado en las raíces de la planta Corydalis yanhusuo, utilizada durante siglos como analgésico en la medicina china, sería útil para tratar el dolor crónico. Hace unos días, en el Journal of Clinical Endocrinology & Metabolism, se publicaban unos resultados que sugieren que unas hierbas medicinales chinas podrían ayudar a detener el empeoramiento de los pacientes que tienen riesgo de desarrollar diabetes.

Estos resultados, sin embargo, no son exactamente un espaldarazo de la ciencia moderna a los planteamientos de la MCT. Es evidente que algunos de los remedios de la medicina tradicional, china, amerindia o de Cuenca, funcionan. La aspirina, por ejemplo, obtiene su principio activo del sauce llorón. La corteza de este árbol se empleaba ya hace más de 25 siglos para elaborar brebajes que calmaban el dolor, pero ahora, gracias a la ciencia moderna, se ha comprobado su efectividad con análisis clínicos bien diseñados, se sabe cuál es el ingrediente que hace que funcione y se conocen los mecanismos bioquímicos por los que produce sus efectos. Este último detalle, no obstante, como nos recordaron los ganadores del Nobel de Química de 2012, no es imprescindible y se ignora con bastante frecuencia.

Los dos ejemplos en los que la MCT demostró su efectividad este mes son, fundamentalmente, ciencia moderna. En el caso de la planta Corydalis, el trabajo, en el que ha colaborado la Universidad de California en Irvine (EEUU), forma parte de un proyecto bautizado como Herbaloma. Liderado desde la Universidad de Dalian, en China, trata de hacer aceptable globalmente la medicina tradicional de ese país. Para ello, intentan averiguar cuál es la composición, la estructura y la función de los alrededor de 10.000 componentes que se emplean en la medicina china. Además, después de completar una base de datos con todos estos componentes, quieren tratar de interpretar cuáles son las sinergias y los mecanismos complementarios que hacen que funcionen (cuando funcionan) las más de 400.000 combinaciones en las que se aplican esos componentes.

"Tenemos buenas medicinas para el dolor agudo, como la codeína o la morfina", explicaba Oliver Civelli, el investigador que lideró el proyecto desde Irvine. "Tenemos medicinas para el dolor inflamatorio, como la aspirina o el acetaminofeno [paracetamol], añadía. "Pero no tenemos buenos fármacos para el dolor crónico. El DHCB [el compuesto que se encuentra en las raíces de la Corydalis] puede no ser capaz de aliviar el dolor crónico fuerte, pero puede emplearse para un dolor crónico de bajo nivel", concluía explicando los motivos por los que resulta interesante analizar los tratamientos aplicados en la MCT.

En el estudio que observó la utilidad de la medicina china para evitar la diabetes, el éxito se puede atribuir en mayor medida a esta circunstancia, porque en él los investigadores no solo extrajeron un compuesto de una planta para producir un fármaco. En este trabajo, los autores, miembros de varias instituciones chinas y de la Universidad de Chicago (EEUU), aplicaron a una parte de los participantes en su experimento una mezcla de hierbas bautizada como Tianqi. Además, para comprobar si la efectividad se debía al preparado o a la autosugestión, una parte de los participantes elegidos al azar tomaron solo un placebo. Al finalizar la prueba, que duró un año, descubrieron que los pacientes que tomaron el Tianqi habían sufrido un 32,1% menos de riesgo de desarrollar diabetes.

Pese a emplear un conjunto de hierbas utilizado en la medicina china tradicional, la clave de la utilidad de este estudio se encuentra en el método científico convencional. Mucho más difícil les resultará a los defensores de la medicina tradicional china hacer aceptable científicamente la filosofía que hay detrás de esa práctica. Según la teoría del yin-yang, la materia del universo está dividida en opuestos interrelacionados entre ellos y presentes dentro de cada individuo. Por otro lado, la teoría de las cinco fases divide la naturaleza en cinco elementos que relaciona con todo el universo y con las partes del cuerpo. Así, la madera, el fuego, la tierra, el metal y el agua están relacionados con fenómenos como la primavera, la belleza, lo que ocurre después del mediodía, lo que corta o lo que va hacia abajo respectivamente. Además, tienen relación con distintas partes del cuerpo y sus funciones.

Por último, de acuerdo a la teoría de los órganos y los meridianos, la medicina tradicional china propone una forma de entender el funcionamiento de los órganos del cuerpo en el que éstos están relacionados con los elementos y pueden interactuar entre ellos. Según este planteamiento, la madera, por ejemplo, está asociada al hígado y la tierra al bazo. Una expresión excesiva de la madera llevaría a una restricción excesiva de la tierra y esto tendría consecuencias sobre los órganos y su relación entre ellos. Todos estos conceptos son aderezados con el del qi, la energía que fluye continuamente por la naturaleza y que, cuando se interrumpe, provoca problemas físicos y psicológicos.

Un centro asociado entre Reino Unido y China

Si estas ideas parecen esotéricas, es porque lo son. Wen Jiang, director de la colaboración Universidad de Cardiff-Instituto del Cáncer de Pekín, reconoce que él mismo, que se ha educado en China, no es capaz de comprender cómo pueden funcionar estos planteamientos. Sin embargo, Jiang, que acaba de poner en marcha un centro conjunto entre Cardiff y el Instituto de Investigación Médica Yiling (China) para estudiar la medicina tradicional, recuerda casos de éxito llegados desde este país, como la artemisina para tratar la malaria o el potencial mostrado por el Yangzheng Xiaoji, un compuesto de 14 hierbas, en algunos tipos de cáncer sólido. Con estas referencias, Jiang cree que hay una gran riqueza en la medicina china que se puede extraer y aplicar con criterios científicos ortodoxos.

En una tesis presentada en la Universidad de Alcalá de Henares en 2012, Noelia Tejedor reconocía que la investigación en este tipo de medicina había sido "particularmente activa en los últimos años" y que había
"reducido significativamente la publicación en chino en favor del inglés y que concede la debida relevancia a los modelos animales de enfermedad". Sin embargo, como la inmensa mayoría de los investigadores pertenecen al ámbito chino, el trabajo apenas ha trascendido las fronteras de aquel país. Además, aquellos estudios adolecen con frecuencia "de importantes problemas metodológicos (en parte debidos a la propia complejidad de la MCT), que dificultan su reproducibilidad y la obtención de conclusiones válidas".

Incluso algunas técnicas de la MCT que habían recibido cierto apoyo experimental, como la acupuntura, siguen apareciendo estudios que ponen en duda su capacidad más allá del placebo. Un estudio publicado en 2013 puso a prueba estos tratamientos con 74 pacientes de cáncer que se estaban recuperando de la quimioterapia. A 34 les dio acupuntura como mandan los cánones y a 40 les aplicó las agujas sin tener en cuenta los flujos de energía del organismo. El resultado: la acupuntura fraudulenta funcionaba tan bien como la legítima.

Este dato, pese a que podría parecer un varapalo para estos tratamientos "alternativos", son una muestra, precisamente, de lo que sustenta su éxito pese a las dudas sobre su efectividad medible. Como reconocía el propio Gobierno en un documento sobre la situación de las terapias naturales en España, pocas "han demostrado su eficacia en situaciones clínicas concretas mediante la aplicación de métodos científicos". Pese a ello, como sucedía en el caso de los enfermos de cáncer que recibieron acupuntura falsa, "muchos pacientes refieren cierto grado de satisfacción asociado a una percepción de mejoría", aunque en muchas ocasiones no se puede "determinar si esta mejoría es debida al efecto específico causado por el tratamiento administrado o a un efecto placebo".

El riesgo, no obstante, se encuentra en que, aunque hay dudas incluso sobre los tratamientos con supuestos efectos positivos, sí existen, como afirmaba Tejedor, "efectos adversos de la MCT muy bien documentados y datos aproximativos del riesgo asociado a su consumo, particularmente en China". El año pasado, por ejemplo, científicos del Kig?s College de Londres advertían de que millones de personas podían estar expuestas a un ácido tóxico, presente en algunas hierbas medicinales chinas que se emplean por toda Asia, que incrementa el riesgo de fallo renal o cáncer de vejiga. Además, los médicos que aplican la medicina china no registran efectos adversos de una manera sistemática, con lo que no es difícil que algunos efectos nocivos, que aunque afecten a un pequeño número de personas serviría para parar un ensayo clínico de fármacos convencionales, pasen desapercibidos.

En la situación actual, en la que en países como España están experimentando un continuo aumento del consumo de productos de la MCT y cabe experar, por tanto, un incremento en los efectos adversos, Tejedor recomienda en su tesis que se modifique el marco legal europeo de estos productos, para aumentar el control, que sean dispensados por médicos y se controlen las reacciones negativas.

Entretanto, iniciativas como la de Jiang, o una base de datos sobre los compuestos químicos hallados en la MCT elaborada por el King?s College, hará más comprensibles y útiles los productos de ese tipo de medicina. "Nuestro trabajo, probablemente, beneficiará tanto en la búsqueda de nuevos fármacos como en la comprensión de cómo funciona la medicina china", apunta David Barlow, uno de los responsables del proyecto. El investigador, experto en biofísica computacional y molecular, reconoce que su interés principal "era catalogar los componentes químicos de las hierbas chinas y su actividad farmacológica probada y predicha". Sin embargo, no descarta que su base de datos se emplee para encontrar plantas diversas que puedan ser fuentes de determinados compuestos que, a su vez, gracias al conocimiento obtenido por los investigadores, se puedan identificar como complementarios desde el punto de vista de la medicina china.

Por el momento, no han desarrollado tratamientos a partir de la base de datos, pero Barlow menciona casos previos de éxito que muestran el interés de la medicina tradicional china como fuente de nuevos compuestos. Además de la artemisina contra la malaria mencionada por Jiang, que en china se conoce como quinghausu, el investigador del King?s College menciona la efedrina, un estimulante que hizo famoso Diego Maradona en el Mundial de 1994, pero que también se utiliza para tratar la hipotensión. "Se deriva de la planta Ephedra sinica, y se conoce como mahuang en la MCT", explica Barlow. "También están las huperzinas A y B, que en occidente se emplean para tratar el alzhéimer y se derivan del helecho chino Huperzia serrata", añade.

El potencial de la medicina china, como indica Barlow, es amplio, pero por el momento no se han encontrado otro método mejor que el de la ciencia moderna para determinar qué aportaciones son interesantes y cuáles inútiles o incluso peligrosas.

Con la colaboración de