Existe una suerte de falsa creencia generalizada: las personas con Alzheimer o con otros tipos de demencia tienden a desconectarse del mundo externo presente para entrar en su lejano e irreal mundo interno. Esto no es cierto, pero al pensar que la persona con Alzheimer ya no es la persona que debía ser, esta pierde su identidad frente a la sociedad y sus sentimientos pierden validez casi de la manera automática.
Si nos ponemos en el lugar de la persona con demencia, nos daremos cuenta de que lo normal es que se tenga miedo ante la insistencia de los demás, que no se sepa expresar lo que se necesita o siente, que puede que no entienda lo que se le dice, que no reconozca a las personas que se acercan cada día, que no comprenda qué se espera de ella en cada momento.
Pocas veces nos ponemos en la piel de las personas con Alzheimer. Sin embargo, si lo hacemos, nos daremos cuenta de lo aterrador y desconcertante que puede resultar el día a día. Entonces comprenderemos que la angustia u otras reacciones emocionales que vemos desproporcionadas desde nuestra “sana” visión del mundo.
Para más información: La mente es maravillosa